Quiéreme mientras se pueda...

 Esa canción sonaba a todo volumen en al parque de Butarque.

Él me cogió de la cintura, y comenzó a bailar conmigo..."Que la vida es una rueda que da mil vueltas, al final nada queda..." me susurraba al oído. Me dejé llevar como cada vez que me tiene en sus brazos, ¿será su colonia? Su olor que me atonta, que me deja sin decisión.

La gente nos mira, los paseantes, los de las bicis, pero nos da igual... "tu eres mi compañera...". Somos compañeros de vida ya casi diecisiete años, haciendo historia, mucha, de todo tipo. 

Me separé de él, para coger aire, y vi que me estaba mirando. Le miré, qué ojos más negros... Si, me miras así, me derrito, pensé. Y si te quiero más, exploto. Miles de pensamientos se me pasaban por la mente, pero no dije nada. Rezaba porque ese momento no tuviera final, pero como dice la canción, todo termina, y nosotros no somos diferentes a los demás.

Le cogí de la cara y le acerqué a mí. Le besé, suave, primero el labio de arriba, después el de abajo, después la cara, el cuello, el pecho... Le besé. Y por alguna razón sabía a despedida. Sabía a algo efímero, delicado, con fecha de caducidad... Y me asusté.

Me separé de él. Tengo miedo. Mucho. No quiero dejarte. No puedo. Y más si me miras así. Pero como siempre me volvió a agarrar, calmándome, silenciando a todos mis miedos como lleva haciendo años. 

Le miré fijamente, le acaricié de nuevo la cara... "te amo", pero esas palabras tampoco salieron de mi boca. Sonreí.



Pero ¿exactamente qué sois?

 ¿Que qué somos? Nada. No hace falta ser nada y no me gusta que me lo pregunten. Ponerle un nombre a algo que sientes especial es convertirlo en común, ya que lo reducen a algo que todo el mundo siente. Además, sería un disparate hacerle eso, porque ella es extraordinaria.

Te puedo contar que me gusta quemar horas a su lado, riéndome del día a día y de todo aquello que tanto me preocupa y que con ella me da igual. La sensación de que mi vida se ilumina cuando nos cubre la oscuridad de su persiana bajada, y sólo estamos ella y yo, compartiendo un escondite para dos y deseando que no nos encuentre nadie. Me gusta las ganas que tengo siempre de verla, y la paz que siento cuando por fin lo hago. Lo que experimento primero a su lado, y la sensación de querer experimentar más y más con ella.

No tengo prisa por enfrentarme al qué somos, porque, sin que seamos nada, vuelvo como si lo fuéramos todo.

Eso es; sin ser nada, somos el principio de todo.



Estar ahí cuando alguien lo necesita. Esa es la mejor manera de decir te quiero.

 - Sabía que estabas aquí... - me dice una voz detrás - Cuando apagas los datos, cuando no contestas...

No le dije nada. Quería estar sola. Seguí mirando la pequeña laguna del parque de Butarque.

- ¿Dani? ¿Es lo que te preocupa? - me pregunta mi Bollo - ¿Belén? Venga, Patri... Lo que se queda dentro, se enquista, ¿no? Cuéntamelo, me dijo apoyándose en la barandilla de madera.

- Es todo y no es nada - le miré de reojo. No me miraba - Eres tú, soy yo. Son ellos. Es mi futuro. 

- Todo va a salir bien... - me dijo - Y si no sale, haremos que salga.

- Y lo nuestro cómo haremos que salga, explícamelo. Por empezar por un tema - inicié.

- Es difícil... - contestó.

- Prefiero estar sola... - me dije levantándome del embarcadero, pero me agarró del brazo.

- Ven - tiró de mi hasta que me senté a su lado - No he venido a molestarte. Siéntate, anda.

Me cogió de la cabeza y me la apoyó en su hombro, acariciándome el pelo, repartiéndome besos por la cabeza. Cogiéndome como si me fuera a romper.

- ¿Te he dicho que te quiero? - me pregunta en un susurro.

- Quiéreme menos y quiéreme mejor... - me moví incómoda. Y le escuché suspirar.

- Yo sí que te quiero. Eres tú, no tengo ninguna duda. Aunque no tengas los ojos azules, aunque no tengas grandes conocimientos y metas la pata hablando, aunque no seas en absoluto mi prototipo, aunque no cumplas con nada de lo que buscaba... Pero sé que eres tú solo con mirarte. Creo que por mi parte, está hecho todo... - le dije en voz baja, que solo lo escuchara él, apoyada en su hombro mirando la laguna.

- Lo sé - afirmó.

Así permanecimos bastante tiempo. Me sentí arropada, en casa, como cada vez que me abraza. Me siento segura. Para mí es él, pero el amor no lo es todo. El concepto del amor no tiene fuerza y no mueve montañas, son las personas, las que con su esfuerzo y su corazón han de moverlas. Y si no es por ambas partes... El amor por muy de verdad que sea, no puede con todo.



Podría ser ella

 ¿Qué es ella? Podría ser la chica con la que cruzas la mirada en el metro cada mañana y con timidez te la retira. Podría ser la que va sonriendo por la calle porque tiene una nueva ilusión entre manos. La que está tomando café sola y te hace pensar si arriesgarte y sentarte con ella. La que parece valiente, pero a base de decepciones está destrozada. Podría ser la chica de una noche a la que tras tres copas y un polvo no vuelves a ver. O quizás, es ella. La que se va a enamorar perdidamente de cada uno de tus defectos. La que te va a empujar a dar ese paso que no te atreves. La que, con sus rotos, pretende arreglar los tuyos. Con la que empezarás fumando un cigarrillo a medias, y a quien sabe si una vida.

Podría ser ella...



viernes, 28 de agosto de 2020

La chica de Malasaña

 Es tímida, se pone nerviosa con mucha facilidad y, si siente que algo puede merecer la pena, se arriesga. Enseguida se lo puedes notar. Jamás he visto brillar con tal intensidad tanto nervio junto.

Le encanta jugar con su pelo, y siempre termina por echárselo tras su hombro, como si fuese un paso adelante contra sus miedos. Es de esas personas que a los cinco minutos ya parece que la conoces de siempre. Y dulce. Con sólo mirarte, ya puedes sentir que te abraza. Tiene tendencia a volar hablando de sueños y facilidad para contagiarte las ganas de hacerlo con ella. Recuerdo cuando me decía: "no hay bar que por bien no venga", y qué razón tenía. Me quedé con ganas de de decirle: "ni contigo ganas de pedir la última".

Aquello terminó antes de empezar y, aunque no la he vuelto a ver, quién sabe. Quizá se me vuelva a aparecer un decía, en plan bala perdida, botellín en mano y riéndose de la vida por Malasaña.



miércoles, 26 de agosto de 2020

Última noche en la montaña

 Mi última noche en mi "lugar en el mundo"... Qué triste me parece siempre este momento. La hora de hacer la maleta, guardar las hamacas, las sillas, los bikinis, etc, etc...

Pero la vida nos llama a la rutina... y mi madre también. Es única para joder todo. Ha sido un verano raro, con mascarillas, manteniendo un metro y medio de distancia, entrando con miedo a los bares, viajando de un lado para otro (que se está convirtiendo en mi estilo de vida), de despedidas, visitas sorpresas, y un verano que lo has marcado tú... Mi Superman, mi Bollo, mi todo...

Espero que no haya sido un amor de verano, espero que haya sido el empiece de algo que no tenga fin, que sea el inicio de la maravillosa historia interminable que tenemos desde hace casi diecisiete años (sí, cariño, nos queda un mes).

Ha sido la vuelta al pueblo un poco triste también, la falta de todos mis familiares me rompió el corazón nada más bajar del coche. Demasiadas pérdidas por el Covid, demasiados palos para todos. Pero la vida sigue, y el verano llega a su fin. Septiembre empieza con incertidumbre. Empiezo estudiando de nuevo, eso sí. Pero con amigos nuevos, una vida nueva, un estilo de vida totalmente distinto y todo ello, me da un poco de vértigo. Pero no tengo miedo. 

Así que... ¡allá voy, Madrid!

Nos vemos mañana.



martes, 25 de agosto de 2020

5º PARADA: "C"

 Digamos que C es "la chica de Malasaña".

Ella es lo más parecido a la libertad en persona que he conocido nunca. Alguien que siempre está dando bandazos, sin mochilas llena de piedras del pasado y sin miedo al futuro; alguien con facilidad para volver a empezar de cero si lo ve necesario.

Pienso que lo nuestro fue especial, pero quizás, más que nuestro, fue suyo, ya que nunca quiso oír hablar de algo estable. Ella sólo quería vivir el momento. "Pensar en mañana casi siempre es pensar demasiado", me decía. Y yo estaba tan a gusto con C. que aun sabiendo que ella quería justo lo contrario que yo y que por ello se vaticinaban desastre, me quedé en su "ahora".

Al final el desastre llegó, ella siguió en su ahora y yo me quedé anclado en el "ahora" en el que fui feliz con C -y que cada día era mi pasado y menos real-, pero aun así tengo mucho que agradecerle. De ella aprendí a disfrutar del presente, le perdí el miedo al cambio y comencé a replantearme todo.

C se fue, pero me dejó un regalo: Su curiosa manera de ver la vida.



Viernes. Parte II.

 Me besó y me cogió en brazos, llevándome dentro de casa y olvidándose de quien pudiera vernos. Empezó a besarme por el cuello apoyándome en los ladrillos de la entrada. Me estaba arañando entera, pero me daba igual, yo le devolvía los besos aún más salvaje.

- No te aguanto - le dije mientras me mordía mi labio inferior.

- ¿Y te crees que yo a ti sí? - me contestó, trasladándome a la cocina donde me dejó encima de la lavadora, abriéndoma la camisa del pijama.

Mirándome como su fuera la primera vez que me veía.

- Patri... Eres preciosa - escuché como le costaba decirlo. Se le caía la baba con tan sólo mirarme.

- ¿Me vas a follar aquí encima? - pregunté con un tono bastante sensual.

- No te voy a follar... Ya quisieras tú... - me quedé con cara de seta. ¿Qué... coño...?

Empezó a devorarme la boca, mis pechos, sacándolos en un movimiento de mi sujetador, aprisionándolos en sus manos y besando cada uno de ellos. Dejando verdaderas marcas que al día siguiente ahí permanecían como heridas de guerra.

Me resbalé al sentarme al límite de la lavadora. Y él no pudo sostenerme. El trastazo que me metí fue digno de ser grabado.

- ¿Cómo eres tan torpe? - me preguntó riéndose.

- Esto no es una película porno donde todo sale precioso, ¡ni una romántica! ¡Que peso mucho! - me reí de la situación. 

- Mira como pesas - me volvió a coger y me llevó hasta las escaleras, donde se deshizo de mi camisa en medio del salón, y yo le imité quitándole la suya... Le clavé mis uñas en la espalda...

- Te quiero dentro de mí, ¡ya! - le reté con la mirada.

- ¿En la escalera? - dijo divertido con su media sonrisa.

- ¿Contigo? Como si es un huerto.

Le mordí por todo el cuello, su pecho, cualquier parte a la que llegaba mi boca, y me devolvió un beso que me hizo temblar el cuerpo entero.

Subimos escaleras arriba. Él apretándome el culo y metiéndome prisa.

- ¡Ven! Aquí, es la primera habitación.

Nos metimos en ella, y me soltó en la cama y encima se me puso sin aplastarme, listo para quitarme la parte de abajo del bikini. Cuando comenzó a morderme la tripa, empezó a bajar hacia abajo, besándome la cara interna de mis muslos... Cuando sonó algo bajo nosotros.

- ¿Qué ha sido eso? - pregunté levantándome de un resorte. 

- ¡Oh, oh! - se agachó bajo la cama.

- ¿Oh, oh? Suena mal, ¿qué ha pasado? - pregunté nerviosa.

- Hemos roto la madera del suelo... - dijo casi en un susurro.

- ¿Hemos roto el suelo? Y ni siquiera hemos empezado - me empiezo a reír a carcajadas.

- No se puede ser tan bruta. Menudos meneos me metes... Lo raro es que no hayamos partido la cama en dos - me regañó mientras se reía.

- ¿Qué vamos a hacer? - me puse de rodillas ante él subida en la cama.

- El suelo ya está roto, no voy a arreglarlo ahora... Así que... Se me ocurren tantas y tantas cosas por hacer...

- A mí también.

La noche se enlazó con la mañana, donde pasamos toda la noche odiándonos tanto como queriéndonos, con la misma violencia para ambos sentimientos. Siendo solo nosotros, un show allá donde vamos, un espectáculo de todo lo que hacemos. Te quiero, cada día estoy más segura. Que tú me das la vida, estoy segura de ello, pero como dice la canción de Malú..."tú eres quien me hace llorar, pero solo tú me puedes consolar". Eres mi vida, y quiero estas broncas, estas reconciliaciones, esta manera de hacer las cosas tan nuestras. Salvajes, sin pensar en el mañana, viviendo el momento como si fuera el último.

A la mañana siguiente me miré al espejo. Estaba arañada por todas partes, heridas que escocían, algún que otro golpe pero con una cara que no hacía falta preguntar cómo había acabado la bronca. Mi cara, lo decía todo... Es más, ni maquillajes ni filtros podían mejorar la foto.


Me apetece

 Me apetece escuchar música nueva. Algún grupo de los que no conoce nadie y suenen genial. Así es más fácil convertirlas en canciones mías. O tuyas. Yo que sé... Me van a terminar recordándome a ti, eso seguro. Porque a través de canciones se dice mucho, y quizás eso casi compense nuestro nada. Como las que sabes que duelen y aun así das al play, fundiéndote lentamente en una combinación de recuerdos, nostalgia y dolor. ¿Y qué poético suena eso verdad? Pues es una mierda. Maldigo a los cantautores que parece que escriben música en tu nombre. O los bendigo. ¿Por qué copa voy?

Me apetece viajar. Conseguir trabajo en una ciudad nueva, lejos de donde vivo. Irme sólo con mis sueños y mis desdichas. Empezar de cero. Tomarme un tercio con la primera chica del bar que vea con corazón en obras y sueños por diseñar, a ver si esta vez podemos ser príncipe y princesa, rojo y roja, te quiero y te quiero.

Me apetece un amigo nuevo. Un compañero de conquista de bares y borracheras. Conocer un amigo que me saque de casa, a punta de cerveza, los martes esos tontos que me da por no sentirme bien.

No sé. Me apetecen muchas cosas.



A mí ya no

 A mí ya no me engañan quienes dicen que no buscan nada serio, quienes juegan con los demás, quienes dan lo justo, quienes no se fija en los detalles, quienes no se ilusionan, quienes se ríen del amor ni quienes no creen en él.

Yo ya sólo pierdo la cabeza, o lo intento, al menos, con quienes siento que también pueden perderla por mí. con quienes se ríen con una mirada, con quienes dan sin esperar nada a cambio, con quienes ilusionan, con quienes están  a diario y no sólo en fiesta, con quienes hablan de sueños, con quienes tienen ganas de compartirlos, con quienes aún sienten ganas y con quienes percibo que merece la pena intentarlo.

Ya no voy a perder mi tiempo en gente que no quiera aprovecharlo.


domingo, 23 de agosto de 2020

Viernes. Parte I.

 - ¿Cómo te atreves a hacerme venir porque no contestas a mis mensajes? - viene el Bollo cuesta abajo por mi casa hecho un Miura.

- ¿Qué...? - me doy la vuelta dirección a la entrada - Ibas a venir a hacer los descensos esos, ¿qué mes estás contando? ¡Que yo ya lo sabía! Y no por ti, precisamente.

- ¿Ahora te tengo que dar explicaciones de todo? ¡No eres mi novia! ¿No crees que te estás tomando muchos derechos - me dice gritando.

- Baja la voz, que yo no te estoy gritando. Por supuesto, que no soy tu novia, ya tienes una, a mi no se me olvida pero a ti sí. Muchas veces, de hecho - respondo aparentemente relajada.

- ¿Esto es por lo del pantano? ¡Puedo ir con quiera! Y no tengo por qué contártelo - me grita aún más. Sé perfectamente que hablarle calmada le saca aún más de sus casillas. Es como hablar con una misma.

- No quiero otra "chochi" en mi vida... Y por supuesto que puedes hacer lo que te salga del pito, y es lo que vas a seguir haciendo de ahora en adelante, porque no te quiero volver a ver... - esa última frase se la dije sin mirar a los ojos.

- ¡Tú te has ido con Dani! - me reprocha.

- ¿En serio vamos a empezar con él y tú más? - me río - La diferencia, amigo, es que yo te lo he contado, y entre Dani y yo no hay nada. Y no somos novios así que tampoco te debo ninguna explicación. Déjame en paz, por favor.

Me coge del brazo y me tura hacia él.

- Esto no se va a quedar así, no me he hecho un montón de kilómetros para que pases de mí - me dice.

- ¿Yo paso de ti? ¿Quién se va solo por ahí? ¿De quién no sé nada durante días? ¡No voy a ir detrás de ti! Estoy cansada de este juego, estoy harta de estar mendigando. Las cosas tienen que ser fáciles. Tú me quieres, yo te quiero pues estamos juntos. ¿No me quieres? Pues pasa de mí, pero... ¡Pasa! - dije elevando la voz cada vez más.

- ¿Ves? ¡Eres insoportable! La vida no es blanco o negro, siempre llevas todo al extremo...

- Creo que tú y yo hemos pasado por todas las gamas de colores, no seas injusto. Más no nos queda por hacer, salvo que tú tengas cojones y apuestes de una puñetera vez por lo que te hace feliz - le interrumpí.

- ¿Crees que esto me hace feliz? Ahora sólo querría matarte porque tú tampoco das el cien por cien.

- ¡Perdona! Tú sí, desde que empezamos hace un año con todo este teatro, solo he tenido el cincuenta por ciento de ti, sino menos, depende si vas de pantanos o no... - suspiré cuando un recuerdo se me pasó por la mente - Esto ya lo he vivido, tú de pantanos, el otro de catedrales... y el otro con el harén directamente. ¿Tan difícil es decirme que no quieres nada conmigo y se acabó?

- Yo no soy como ellos, sino no estaría aquí discutiendo con la persona que me da más dolores de cabeza del mundo, que te mataría si fuera legal e incluso seguramente la policía si te conociera, me lo permitirían, porque eres insufrible - me dice gritándome.

- Y tú un gruñón que nunca nada es suficiente para ti, un cobarde que no apuesta y que se esconde detrás de lo insulso pero como tiene garantías... ¡ah! Y que le jodan al otro. ¡Un insensible! Lo tienes todo, eres la joyita que todas pediríamos a los Reyes Magos, no te jode. Eres la puta perfección en persona, la obra de arte que se ha salido de los museos - dije atacándole y acercándome más a él.

- Patri - me cogió mi primo - ¿os vais a pegar? ¡Estáis gilipollas!

- No te metas, porque a este me le cargo - grité con los ojos sacados de la cuenca.

- Quítate - él apartó a mi primo y me empujó contra la pared agarrándome de los hombros - Te odio, Patri, te odio como nunca he querido a nadie.

- Eso no es tuyo. Es de Luis Ramiro, también eres un copión - dije mirándole a los ojos. Yo no me achanto ante nadie.

- Te juro que si no te quisiera como lo hago, te mataba - dijo acercándose a mí.

- Quiéreme menos, y quiéreme mejor...

- Eso tampoco es tuyo, señora escritora - y me besó.


viernes, 21 de agosto de 2020

Escríbeme

 Escríbeme. No puedo pedírtelo, como mucho puedo pensarlo con fuerza y esperar que te llegue por telepatía. Un imposible más que estoy dispuesto a intentar por volver a verte. Es de locos, pensar que ahora mi vida gira en torno a una decisión que tienes que tomar tú. Yo creo que lo vas a hacer, aunque mentiría si dijese que quizás es más ilusión que certeza. Ojalá decidas ser valiente. Sé que no es fácil, pero ojalá... Que te armes de valor para huir de todo lo que te atormenta y te vuelvas a dejar llevar por mí, como anoche.

Imagínatelo, horas y horas volando en nuestro mundo, a kilómetros de cualquiera que nos conozca y a escasos centímetros entre los dos. Solos y en distancias cortas, porque nosotros, como nuestros labios, nos sentimos más cómodos juntos. No es necesario que te extiendas mucho, sólo escríbeme "hola" y podrás mi mundo patas arriba; o escríbeme "ven", y en tres segundos iré hacia sonde me pidas. Aunque puestos a pedir a través de un mensaje telepático que es imposible que recibas, escríbeme "te echo de menos"; o mejo aún, "perdona, ¿tienes fuego?". Sí, definitivamente escríbeme eso. Podría ser nuestra clave, ese mensaje insignificante a ojos del mundo y a la vez todo para nosotros. Ese que tiene capacidad para hacernos sonreír como tontos cuando pensamos en el otro.


Apestas a miedo

 Estoy tan acostumbrado a que salga mal que ya ni me duele, así que no te vayas a creer única, especial o algo parecido en mi vida. Sólo eres un destrozo más en mi corazón, otro de esos por los que siempre se me escapa la ilusión cuando ésta me invade por alguien, impidiéndome que disfrute de ella y consiguiendo que sólo me dedique a rayarme.

Lo peor es que... ¿realmente te da pena todo esto? Pienso en ti, y me da asco lo bonita que es la filosofía de vida que "todos decimos que llevamos", y lo poro que la ponemos en práctica. Porque en el "no pasa nada" posteriormente a una decepción, se esconde un "me ha jodido" que creo que en el fondo te da igual. Algo que pudo ser espectacular y que terminó siendo una mala noche.

Supongo que lo único bueno de ser la chica dieciocho de mi lista "parecían especiales" es que no pregunto tu excusa.

Sencillamente sé que apenas a miedo y sé que yo apesto a acabar solo, y con estas fragancias no se seduce, se destroza.


Creo que soy demasiado bueno

 Puede parecer una frase a la altura de "lo importante es participar" adaptada para el amor, pero yo pienso que no. Lo soy. Lo soy porque no paro de darme hostias cada vez que me ilusiono y, aun así, me vuelvo a ilusionar de la siguiente persona que decide sonreírme porque ella no tiene la culpa de que las diecisiete anteriores fuesen un fracaso.

Entonces contigo, la dieciocho, vuelve a salir mal... Toco fondo un par de días y comienzo a dudar: ¿seré yo? No. Yo no soy. Yo no puedo ser porque voy por la vida pisando de puntillas en los sentimientos de los demás, para no estropear nada, para que me sigan sonriendo. En cambio, tu paso por mis sentimientos ha parecido el paso de un desfile, de esos que dura la fiesta un día y lo dejan todo hecho polvo una semana, -total, no son mis sentimientos- pensarás.

Y aquí estoy, en el segundo día de tocar fondo. Y aunque mañana volveré a estar listo para que me partan en dos, hoy estoy harto. Harto de que los finales felices me esquiven al igual que lo hace ahora tu sonrisa. Pero no te quepa duda que mañana volveré a ser yo.

Ese yo que sabe que se merece a alguien mejor que tú y que lo va a seguir intentando.


Ante el espejo

Salgo de la ducha y poso los pies en la alfombra. 

Me duele todo, no sé que me duele más si el corazón, la cabeza o cada una de mis extremidades. Me coloco el pelo, buscando una pose con la que verme bien como si fuera a hacerme una foto. Me empiezo a quitar la toalla que envuelve mi cuerpo, y ahí están... Los moratones que pintan mi piel, mis brazos, algunos perdidos por la espalda y en las piernas. 

Me tapo de nuevo. Me doy vergüenza mirarme. Me duele el cuerpo. Me duele la vida y la cabeza de pensar si esto compensa. Si mi paciencia es infinita o es que he tirado la toalla. Me vuelvo a bajar la toalla, y miro mis chichas. Nunca tendré el vientre plano... Ni los brazos delgados. 

Empiezo a tirar de ellos, de mis chichas como si pudiera arrancarlas de mí. Tres horas de ejercicio diario no son suficientes. Me miro las ojeras de no dormir. Ya no duermo. Vivo de las pesadillas nocturnas. Y aparece en mi mejilla una lágrima... Y la pregunta de siempre, ¿cómo no me van a abandonar sin ven lo que yo veo? 

Rabio, lloro, pataleo, y me rompo en mil pedazos, tiro la toalla al suelo y me quedo en cuclillas, asustada, arrasada, desolada, abatida... Me duele la vida. 


Para los Winnie de Pooh

 Así es como llama Belén a lo que yo llamo Furbis, y se lo voy a robar, porque para mi Furbi, solo hay uno.

Esta es una misiva para vosotros, porque llevo dos en dos días, y debe ser que os multiplicáis muy rápido. Lo siento, siento ser una borde sin corazón que solo ataca al hablar y ser mala malísima. Uff... ¡qué pereza! ¡Que os den por cuelo! Fin.

Podría parar aquí la entrada, pero mirar, hoy estoy que lo doy todo. Sé que tengo malas formas, que tengo poca mecha y enseguida, exploto, sé que soy borde, que acorralo, sé que puedo llevar al límite a todo el mundo si me da por un tema, y más si es un tema que no entiendo... Lo sé todo, soy una joya. Lo que me hace pensar y reflexionar en esta entrada, es que si vosotros también lo sabéis, ¿qué hacéis hablándome? ¿Por qué no dais media vuelta a llorar, a buscar mimos, piropos, princesas de medio pelo y esos cuentos que tanto os gustan? ¿Por qué, vamos a ver? Y encima, se atreven a darme consejos de mi hombre perfecto. Que necesito un buen hombre a mi lado. Pero qué sabréis de mi, y que sabréis del amor, y que sabréis de nada, si estáis tan solos como yo (o más, no me hagáis hablar, chatis). 

¿Me meto yo con vosotros? Bueno, no respondáis, sí. Pero a llorar a otra parte, coño. Dejarme en paz. ¿Por qué tengo que aguantar yo dramas de nadie? Y más dramas de gente que espera que los consuele... en fin, a base de mi buen escotazo y una apertura de piernas.

Que el ser Maléfica me da un don... Que cuando vais, ya he vuelto. Sí, como Chenoa. Que a los pollitos, me los como con patatas... Y si la cosa no fluye porque me dais pereza... Una pereza horrible, que prefiero estar mirando como crece una planta, ¿qué le hago? ¿Monto un drama? No. Os lo dejo a vosotros que se os da mejor.

Encima, tengo que aguantar puntitos, emoticonos y tener la telepatía suficiente para descubrir el mensaje que esconde cada gilipollez enviada. ¿Seréis idiotas? Si no estoy dispuesta a perder el tiempo con otros temas, imaginaros dedicarme a imaginar y a intuir cosas... Que yo soy de hablar, y hablo mucho, a veces, hasta me paso. Pero las cosas las digo tal cuál. Y una cosa os digo, que si os enfadáis por mi respuesta tras haber preguntado vosotros... ¡Que bebáis agua! Por no decir, que os jodan, que mira... ahí va también, tenéis hasta para elegir...

Voy a aceptar mi parte de culpa. Digo las cosas muy mal. No soy amable. De amables está el mundo lleno. Pero que no voy a intentar quedar bien con nadie ni hacer aquello que no me sale, lo tengo claro no, clarísimo. Porque hacer aquello que no te sale por amabilidad... Es mentir, y no lo voy a hacer. Pero también que dé con llorones... No es mi culpa. Con gente que no sabe aguantar una avispa en el culo, tampoco es mi culpa, ni con una crítica, ni con una contestación... Sigue sin ser mi culpa... Así que a llorar a otro lado. 

Quizás no quiera a los Winnie de Pooh, pero sí tengo claro que busco a una persona clara y que me tenga que decir las cuatro cosas que piensa. No estar adivinando que quieres, ¿qué eres? ¿una tía? Di lo que piensas y punto, y si no quieres hablar, no des por culo.


La chica del metro

 Era viernes noche en Madrid. Oleadas de personas llenas de prisa se desplazan hacia todas partes y te hacen sentir partícipe del ritmo de vida madrileño y de su magia. Algo irónico, porque, precisamente, lo peor de Madrid es ese estrés que todos te transmiten con tanta facilidad. Voy vestido de traje y corbata –acabo de salir de trabajar-, algo que me ilusionaba mucho cuando conseguí el trabajo, pero que en pocos días he empezado a odiar. Me parece algo caro, incomodo e innecesario, aunque supongo que no estoy para exigir.

He quedado con un amigo del pueblo en las afueras de Madrid, cerca de donde vive, para irme con él en su coche y así pasar el fin de semana en casa. Ahora mismo me siento un poco nervioso porque es la primera vez que cojo el metro –llevo muy poco tiempo viviendo aquí, y para ir al trabajo no lo necesito-. Voy solo, como todo lo que hago en esta ciudad –aquí estoy lejos de familia o amigos y apenas conozco a nadie-. Al subir al tren, consigo asiento en un rincón. Inmediatamente después, un poco avergonzado por estar rodeado de tanto desconocido, dirijo mi mirada hacia el suelo e intento pasar desapercibido en un vagón atestado de gente.

“Al final no se ha dado mal”, me repito una y otra vez. Por norma general me considero bastante inseguro, y salí del piso con el miedo a equivocarme de tren o a protagonizar una de mis frecuentes torpezas, pero al final no he tenido ningún contratiempo.

Las paradas se van sucediendo y, poco a poco, el metro se va vaciando de gente según vamos recorriendo la línea. La mía es una de las últimas paradas, y ahora, con el vagón algo más vacío, me siento más valiente para levantar la vista y fijarme en las personas que quedamos en él. Quienes más llaman mi atención son un matrimonio joven, que están sentados a mi lado intentando controlar las trastadas de su hijo pequeño, al que ya se le ve en la cara que es un diablillo. También hay dos chicos, de unos veinte años, que van escuchando música, un tanto rara, a través de un altavoz portátil, cosa que no entiendo y que me molesta a partes iguales. Uno de ellos luce una camiseta en la que aparece una foto de Michael Jordan con una de sus citas célebres: “Key to success is failure”. Y, la persona que más me llama la atención, es ella. Es guapa. Guapísima. De pelo negro y uno sesenta y pico de altura, estimo. Lleva una sudadera gris ceniza, unas mallas negras y unas zapatillas de color blanco nuclear. Ella sola ilumina el vagón. Me atrevería a decir que su sonrisa destaca más que la luna llena sobre el cielo estrellado que luce hoy, orgullosa, Madrid. Va acompañada de un chico, supongo que será su novio. Tras deducirlo, siento envidia de él y vuelvo a mi mundo.

Recorremos un par de paradas más, y yo sigo allí, sentado. Pensando en el trabajo, en mis planes de fin de semana y en mis cosas. De vez en cuando le echo una mirada furtiva aquella preciosidad de chica. Observo a la pareja. Llevo un rato dándole vueltas a la teoría de que sólo son amigos. No se han dado ningún beso, no noto muestras de cariño típicas de pareja ni tampoco los percibo muy cercanos.

“Son amigos, son sólo amigos, nada más”, empiezo a pensar aliviado.

En mi cabeza comienzan a sucederse imágenes en las que me levanto, le pregunto cualquier tontería, y nos acabamos presentando. Luego ella me da su teléfono, y quedamos días después para tomar un café y conocernos.

“Qué película me estoy montando…”, pienso mientras me río de mí mismo. Y aunque es una chorrada, el imaginarlo me llena de ilusión.

De repente, todo cambia. A falta de cinco paradas para llegar a la mía, el chico le da un abrazo y se despide de ella. Se baja del vagón. Es mi oportunidad. Mi cabeza se pone rápidamente a planearlo todo. ¿Cómo puedo hacerlo? Algo tan sencillo como un “hola” se está convirtiendo en un plan digno del robo de un banco.

Pienso. Sigo pensando. Y, cuando me doy cuenta, el tren se para. Ya solo me quedan cuatro paradas hasta llegar a mi destino.

Y mientras tanto, algo hace “click” en mi cabeza. Por fin lo entiendo todo. Se puede bajar en cualquier momento, desaparecer y no volver a aparecer nunca más en la vida.

Las puertas del tren se abren.

Lo miro desde lejos, contengo la respiración y comienzo a suplicar, no sé ni a quién, para que no se baje del vagón.

Las puertas del tren se cierran.

Casi no quedamos gente en el vagón, pero sí seguimos ella y yo en él, que es lo único que me importa. La adrenalina invade mi cuerpo. Cada segundo en el que no me aventure a hablarle será un segundo menos. Podría bajarse en cualquier momento. Desparecer, no volver a verla nunca más.

Quiero levantarme y acercarme a ella. Intentar conocerla. No me puedo quedar, una vez más, con la misma puta sensación de siempre; esa en la que me castigo por ser un cobarde al no intentar lo que quiero por temor al fracaso. El problema es que tengo miedo. Demasiado y a todo.

Las pulsaciones de mi corazón se aceleran: cien, ciento veinte, ciento cincuenta… doscientos. Lo noto bombear como si hubiese corrido durante muchos metros seguidos por un león. Y, de repente, miro al chico de la camiseta de Jordan, que también sigue en el vagón. Leo un par de veces esa célebre cita del astro del baloncesto: “Failure is the key to success”, -el fracaso es la llave del éxito-, y reflexiono sobre esa frase durante unos segundos.

Llegamos a la siguiente parada de metro –aunque estoy tan rayado que no me doy cuenta de ello-. Ya sólo me quedan tres. Y a ella espero que las mismas o más.

“¿Qué cojones pierdo por hablarle educadamente?”

De repente, me veo de pie. Andando con disimulo hacia ella. Diría que es imposible, pero no lo es. Mis piernas van solas. “Parad”, comienzo a pensar, pero no me hacen caso. Y, cuando me doy cuenta, ahí estoy, sentado a su lado y con el corazón queriendo destrozar mi pecho con su fuerte bombeo. PUM PUM, PUM PUM, PUM PUM…

-          Hola – le digo con mi voz más temblorosa. La misma que solo recuerdo haber exhibido la primera vez que expuse para toda la clase en la universidad.

-          Hola – responde con cara de sorpresa

-          Verás, llevo un rato observándote desde allí, y me pareces la chica ideal para pedirte un consejo. Necesito una opinión femenina – le suelto la primera tontería que se me viene a la cabeza.

-          Sí, claro, ¿de qué se trata? – responde extrañada. Su cara de sorpresa no se ha ido, pero se muestra simpática.

-          Soy nuevo en Madrid, y quería preguntarte por algún sitio que esté bien para tomar un café con una chica especial – le pregunto improvisando.

Ella me habla sobre un par de sitios interesantes por el centro. Yo se lo agradezco.

-          De nada – me responde mientras sonríe.

Nos quedamos mirándonos y sonriendo sin decir nada durante un par de segundo, en un silencio incómodo en el que sé que me debería levantar e irme, pero no lo hago. Diría que más que segundos parecen siglos.

De repente, el metro para. Otra parada más. Ya sólo me quedan dos.

Observo que ella no se levanta para abandonar el tren, y decido hacerme el valiente.

-          Mira, la verdad es que esto es la primera excusa que se me ha ocurrido para hablar contigo – le cuento mientras saco mi móvil del bolsillo-. Estoy muerto de vergüenza, pero, aunque no sé explicarlo, me pareces una chica especial, y he visto algo en ti que me ha llamado la atención poderosamente. Después, tras hablar contigo, he confirmado que eres interesante y ahora sé que quiero conocerte más.

Ella se pone roja y no dice nada. Se limita a mirarme en silencio.

-          Te propongo algo: si quieres, vamos juntos a uno de los sitios que me has recomendado, y si es tan guay como me contabas todo ilusionada, te invito yo al café – añado.

Justo en ese momento suena la voz del metro indicando que nos acercamos a la próxima parada.

Ella mira al techo, en silencio, pensándoselo durante cinco segundos que se me hacen eternos. Y, sonriéndome, me responde: “vale”. Jamás olvidaré esa cara aceptando mi propuesta.

Le pido su número de teléfono para volver a quedar. De repente, noto que estamos ya parando. Me pongo nervioso y no consigo desbloquearlo con las prisas. Ella me dice: “rápido, me bajo aquí”. El tren se para. Mi torpeza se incrementa y mis dedos no responden con precisión.

Se abren las puertas del metro.

-          Lo siento, pero me tengo que bajar aquí… - me dice con cara de tristeza mientras se levanta y se dirige hacia la puerta del vagón.

Yo también me levanto. La observo mientras se dirige hacia la puerta. Después la cruza y ésta se cierra. A través del cristal, ambos nos quedamos frente al otro; uno dentro y otro fuera. Y permanecemos quietos, mirándonos y despidiéndonos con la mano levantada mientras el tren reanuda su camino y nosotros nos perdemos de vista.

Me queda una parada para llegar a mi destino. Una para darle vueltas a la ya inútil conclusión de que te tenía que haber hablado antes lo de siempre en mi vida

Al final lo único que siento es que el miedo, una vez más, me ha vuelto a ganar la partida.

*Si por casualidad lees esto, aunque fue ya hace años, sabrás que soy yo. Escríbeme, aún te debo un café.



La antítesis de mi vida

 Sé que tardarás en leer esto, pero no me preocupa, ni siquiera te avisaré de que lo he escrito. Ayer, Belén se fue a Alemania. Ayer supe, que no habría más McFlurrys en la Serna, que volveré a Madrid en breve y ella no estará. Ayer me di cuenta, de el que "me voy a Alemania" no era un decir, sino un hecho.

Sí, es una de las pocas personas que yo pondría la mano en el fuego. Y que estos días he estado evitando porque pocas veces la he ocultado nada, y lo he hecho por salvar a ciertas personas. Pero lo he visto claro. Ella. Siempre será ella, esté en Alemania o en China. Siempre la voy a elegir, porque aprendemos de nuestros errores, porque como dice ella, podemos discutir de todo y no pasa nada si la amistad es de verdad. Y para mí lo es. Ella es la antítesis de mi vida tan necesaria para encontrar el equilibrio. Y ahora está muy lejos. 

Hablar con ella por videollamada, ver su nueva vida, su nueva casa, como ha conseguido independizarse, me hace muy feliz. La veo bien, y quiero, deseo, que la vaya increíble entre tanto alemán. Pero no puedo dejar de sentir ese pellizco en el corazón al ser consciente de que ya no está.

"A un WhatsApp de distancia", pero no a un McFlurry. Duele que las despedidas siempre sean en verano. El motero el año pasado, y este, ella, parte de mi mundo. Lo que la quiero no cabe en palabras. No sé si es consciente, pero me da igual. Ya la echo de menos, y se me escapa alguna lagrimilla solo de pensar que ya no habrá paseos por Polvoranca o por Parquesur, que ya no habrá tardes de "gordis". Pero es su vida, y estaré ahí siempre que lo necesite. Porque a ella, siempre la elegiría una y otra vez como amiga. A pesar de todo, como dice Peter Pan... Belén, te quiero "a pesar de..." Y es la forma más bonita de querer.


En resumen: No quería verle ni en pintura, pero que no me tocara los recuerdos, porque allí sí que quería tenerle siempre.

 Estoy leyendo un libro: Seremos canciones. Y me está llevando a ciertos recuerdos que tenía escondidos, de esos que cuando los vuelves a ver, siguen escociendo, tanto... que anoche tuve una crisis de ansiedad, de las que hacía un año justo, no tenía. 

Demasiadas noches con pesadillas (incluso siestas), demasiados recuerdos y demasiado tiempo libre. Pero... ¿cómo se puede echar tanto de menos a alguien que me ha hecho tanto daño? Pues porque ha sido la persona más especial de mi vida. Y especial, no es sinónimo de bueno, ¡qué va! Sino distinto, fuera de lo normal. Me ha hecho tanto bien como mal. Y los extremos no son buenos.

No quiero verle ni en pintura, ni saber nada de él. Pero mi corazón acude a los recuerdos, al único sitio dónde puedo verle. Ya ni me acuerdo de su voz, y eso duele, te crea un corte de digestión y expulsas por el váter todo el dolor que sientes dentro. Gritas, lloras, rabias, pataleas... Y sigues preguntando, ¿por qué? La eterna pregunta sin respuesta que se contesta por el silencio... El silencio de un cobarde.

Pero él me da igual: ¿cómo explicar que te quiero pero no me gustas? Gracias Marwan por esa frase. Soy yo la que tiene el problema, la que no olvida, la que sufre cada recuerdo, la que no consigue avanzar, y si avanzo, siempre encuentro algo con que recordar... Mi antiguo compañero de clase, Isaac, dice que le escriba, que eso es ser valiente, enfrentarte a tu problema cara a cara. Para mí, es ser masoquista. Es un problema solo mío y que yo sola tendré que solucionar. Sin pollitos ni bollos. Yo sola.

¡Qué cruz llevo! No sabéis bien lo que es amar tanto como odiar a la misma persona.


Noche de estrellas

 - ¿Recuerdas la noche del 4 de enero de 2019? - me pregunta mirando las estrellas.

- ¡Dios, no! ¿Qué pasó?

- Fue nuestra última noche que pasamos juntos - me respondió - Luego apareció el motero y... me abandonaste.

- Oh, sí. Seguro que sufriste mucho - me reí mirando yo también las estrellas.

- No, pero tú sí. Y eso, aunque no te lo creas... Me duele.

No me esperaba su respuesta. ¿En el fondo había sido importante para él?

- Nacho... Sólo eras mi 112. Nada más. Los sentimientos, incluidos el de pena, no entran en el papel de 112 - me reí con un pequeño golpe en el corazón.

- Has cambiado... Eso es lo que me jode. Te dejé siendo una niña dulce, amable y que escuchaba Pop, y ahora me encuentro a una chica dura, poco sensible, que busca la bronca porque se mueve bien en la guerra dialéctica y con poco corazón que escucha rock del duro...

- Del que no te hace pensar demasiado - le respondo.

- Del que escuchan las personas rotas...

Miro las estrellas, empiezo a sentirme incómoda. ¿Y las estrellas fugaces? ¿Acaso no hay ningún deseo para mí?

- ¿Qué te ha hecho ese chico? - me pregunta esperando una respuesta.

- Me ha hecho madurar.

- Eso no se llama madurar, Patri... Es tocarte y hundirte, partirte en mil pedazos y abandonarte a tu suerte. Te lo digo yo. Eso lo hemos hecho todos.

Me callo. Porque últimamente le doy muchas vueltas al tema cuando se suponía que era caso cerrado.

- Me habían dicho que habías adelgazado mucho, pero, no te veo delgada, te veo consumida, y no me gusta...

- Pues no me mires - y me río para quitarle hierro al asunto.

- No queda nada de ti... Unos ojos vacíos, ojeras... Ojalá te miraras al espejo con las mismas ganas de comerte el mundo con las que te conocí.

- El mundo es el que es, Nacho. Ya no espero cambiarlo... Simplemente sobrevivir, y ya es bastante.

- No hemos venido a sobrevivir. Sino a vivir, y no lo estás haciendo. 

- Quizás una estrella fugaz cambie el rumbo de mi vida - otro nuevo intento por zanjar la conversación.

- Una estrella va a cambiar poca cosa. Tú eres la que tienes que cambiar - me responde con un tono más elevado.

- ¿Sabes? Creo que ninguna estrella se va a mover ahí arriba, así que deberíamos movernos nosotros. Empieza a hacer frío - le dije mientras me levantaba.

- Patri... - me llama cogiéndome de la mano - Es que me ha impactado verte así. Perdóname si te he ofendido. Pero te tengo cariño, al fin y al cabo, somos familia... No dejes que nadie te hunda, que nadie te borre la sonrisa más bonita que he conocido. No de esta forma... 

Le abracé. No consigo decir palabras sobre este tema. Pero le abracé porque era lo que necesitaba. Sentirme querida en los brazos que dicen conocerme. Y me acurruqué. Esperando que una estrella cumpliera mi deseo.


Mi guerra perdida

 Eres mi guerra perdida. Sí, la batalla que a veces gano, pero que también pierdo. El parece, pero no. El que me invita a saltar a las piscinas sin agua. El que me vuelve absolutamente loca. Pero estoy cansada. Llevo mucho tiempo, muchísimo tiempo demostrándote que en mi tienes el presente y el futuro que buscas. Conmigo estás en casa. Pero no puedo obligarte a elegirme, y sí debo obligarme a elegirme a mí.

Soy feliz a tu lado. Me iluminas, me eclipsas los problemas, me haces ser la mujer más afortunada de la Tierra. Y soy feliz. Para mí, eres mi apuesta segura, porque sé lo que siento, y sé que te amo con todo el alma. Pero ya no pierdo la cabeza por nadie. Todo lo que te estoy dando y ofreciendo sale a partes iguales del corazón como de la razón. 

Sé que vas a elegir tu plan seguro, aunque me beses cada noche como si fuera la última. Aunque te cueste salir de mi cama para ir a tu vida segura, aunque sueñes con una boda que no celebraremos nunca. Sé que a mí, a la loca, a la que te pone la vida patas arriba y de la que vives enamorado, no la vas a elegir. Porque eso significa apostar demasiado a una apuesta poco segura. Lo sé. Y sé que mi especialidad es sacarte de quicio, pero prefiero discutir contigo mil veces, que hacer el amor con otro. Y esto, para mí, está siendo un problema. 

El despido del 112, y mi último fracaso con él, no se debe a otra cosa que a ti. A que ya no consigo mirar a nadie más, a que vives en mi cabeza a todas horas. Que te guardo una fidelidad absoluta por el amor que te tengo, y que no me cuesta la abstinencia con otros, pues contigo es con quiero absolutamente todo. Pero no quiero rogar, ni esperar, ni compartirte. Porque las cosas que deberían salir solas, no las quiero pedir. Porque ya no muero por nadie... Ya no mato por nadie, aunque ponga la mano en el fuego. Yo no pido más que lo que doy, y si tengo que pedirlo, no lo quiero. El problema es que te sale, pero no te decides. Salta a la piscina conmigo, hagamos la locura de abandonar el pasado, y comámonos el mundo... Porque juntos, somos indestructibles, cariño. Porque contigo soy capaz de todo. Porque a tu lado, puedo.


jueves, 20 de agosto de 2020

Ni siquiera lo intentas

 - Ojalá fuera más valiente. Estoy harta de sentirme menos que los demás. De que me afecten tanto sus críticas y opiniones. 

- Puedes serlo.

- No, en mi caso no es tan fácil. No creo que pueda, al menos por ahora.

- Fíjate, ¿ves ese pájaro de allí?

- Sí, lo veo.

- Imagínatelo mirando hacia abajo y estudiando la posible caída antes de emprender su vuelo, diciéndose así mismo: "no creo que pueda". ¿Crees que podría volar con tanto miedo?

- No lo sé, supongo que no.

- ¿Y puede hacerlo?

- Sí, claro. Ni siquiera mira hacia abajo antes de volar.

- ¿Y por qué te dices entonces a ti misma que no crees que puedas?

- No es lo mismo, Insisto, no es tan fácil.

¿Y qué cosa que merezca la pena es fácil? Ese es tu problema, que miras demasiado hacia abajo y ni siquiera lo intentas.


 

lunes, 17 de agosto de 2020

Y ahora, lo digo

 Me tienes loca. Como un cencerro. Pero no es nada nuevo. La novedad es que estamos empezando a aceptar lo que hay. Bueno, tú no. Yo sí. Y no me da miedo escribir ya lo que hay, ni proclamarlo a los cuatro vientos. 

Te amo con todo mi ser. Te quiero hasta con mi última célula de mi cuerpo. Y ya no me escondo. No voy a dejarte ir sin que sepas a todo a lo que estoy dispuesta por ti. Te voy a esperar, quizás no toda una vida porque no voy a volver a hacer el tonto, pero sí hasta que tú tomes una decisión. Voy a amarte cada rincón de ti, voy a disfrutarlo como si mañana se acabara el mundo. Que me beses como si no existirá nada más importante que ese beso. Que me sigas volviendo loca, como lo llevas haciendo tantos años. Que me hagas jadear hasta que matemos nuestras ganas infinitas de estar juntos. Que sigas creando esos momentos que siempre permanecerán en mi memoria... Y en mi corazón. Porque si tú quieres una boda, ¡yo me visto de pastelito! Porque por ti daría hasta mi último suspiro si supiera que con él vas a ser feliz.


Ganas no nos faltan porque te cuesta irte de mi lado. Porque tus ojos me hablan más que tus palabras, porque tus manos me hacen sentir toda la verdad. Que me amas como yo te quiero a ti.

Sabemos las circunstancias, sabemos que no es fácil, sabemos que la vida es muy hija de puta si se pone a ello... Y nosotros no somos el romanticismo en persona. No te voy a decir que el amor lo puede todo, pero sé que Wonderwoman y Superman, pueden, con el mayor poder de todos... El amor al otro, las ganas por verle feliz, los momentos... La historia que estamos escribiendo desde hace un año cuando pensábamos que ya estaba todo escrito.

No me digas que me quieres, quiéreme. Ámame. Y no pienses. Recuerda nuestro fin de semana. Recuerda que somos como las olas, ensordecemos a los problemas, los rompemos, los limpiamos y los damos salida al mar. Que somos el mejor equipo que existe en la tierra. Que nuestras broncas me dan la vida. Y dormir, cuando es contigo, es otro cuento. Es la seguridad de quien no abandona nunca. Es la seguridad de tener aquella confianza con la que sí puedes con todo... Puedes hasta con el amor que nos tenemos.

Te quiero, desde hace muchos años..  Solo que ahora lo expreso... Y te lo digo: te amo.



Otra oportunidad

 Mira, no nos vamos a engañar, es difícil levantarse después de que se te ha venido el mundo encima, y no, no quiero darte una colección de frases motivacionales, eso a veces no sirve cuando a uno le han roto tanto el alma, solo diré que estás con vida, y que mientras la tengas, con ella tendrás también otra oportunidad.



Jugamos en distintas ligas

 Hay gente que sabe que es más fácil calentarle la cabeza a los demás que calentársela uno mismo. Por eso juegan con las personas cuando están indecisos hasta que sus dudas se disipan. Y, sin prisa, deciden, sabiendo que les esperan: o irse dejando un destrozo o quedarse a comer perdices. Lo que les interese cuando les interese y sin preocuparse por terceros.

También hay gente que nos calentamos la cabeza intentando pensar en nosotros primero al mismo tiempo que intentamos evitar marear a los demás. Que sabemos lo que queremos y que por eso no mareamos, sino que vamos de cara, con sinceridad. Que tratamos como nos gustaría que nos tratasen, como si por ello nos fueran a devolver el favor.

El problema está claro. Pese a que los primeros y los segundos estamos en distintas ligas, al final, por injusto que sea, terminamos jugando juntos.


Mi trampa

 - Eres demasiado perfecto, ¿dónde está la tramapa? -me preguntas me abrazas, desnuda, en mi cama.

- La trampa es que no lo soy, la trampa soy yo. Voy por la vida tomando decisiones por la cuarta copa, cuando no me doy cuenta de lo que puedo perder. Me asusto cuando alguien en mí al niño detrás de los sueños del hombre que aparento ser. Que intento ser. Camino siempre en la cuerda floja, porque el vértigo me hace sentir vivo. En un suspiro soy capaz de conseguírtelo, y decidir que por ti lo intento. A veces miro tanto atrás que siento que no avanzo, sino que sólo ando en círculos sobre recuerdos; los que quiero que vuelvan y los que no. Y aunque intento que parezca que puedo con todo, sueño con una mano que me coge de repente y me rescata cuando dudo o cuanto tengo miedo.

- A mí me sigues pareciendo perfecto. Será que he caído en ella -y comienzas a besarme.