Desearíamos muchas veces no sentir ni padecer, ser inmunes al dolor y a ciertas reacciones de nuestro cuerpo que no podemos controlar. Sería tan sencillo como desactivar nuestros sentidos, pero a la vida le pedimos emociones, y los sentidos, mucho mejor que las palabras, son los que nos recuerdan que estamos vivos.
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