viernes, 10 de octubre de 2014

Los búhos dan suerte

Era una noche fría de Diciembre. En realidad la última noche del año, en la que la gente grita, se emborracha, pierden el sentido, el tiempo e incluso algunos los modales.

Como pasaba en esa parada de autobús de la madrileña calle de Gran Vía. Me estaban esperando y ya llegaba tarde, como siempre. Esos chicos ya a tope de alcohol que chillaban y cantaban a mi lado, me estaban poniendo algo nerviosa. Sola y en silencio, miraba los minutos que quedaban para que el búho viniera, quizás, los minutos más largos de mi vida.

Me entretuve mirando el asombroso y precioso decorado de las calles de Madrid y antes de que pudiera mirar nada más, mi autobús esperaba ante mí.

Subí y miré al interior, nada más que un chico que se sentaba al final del autobús muy bien arreglado, normal para la noche en la que estábamos, y los chicos pesados de la parada.

Por un segundo, me sentí más cómoda al encontrar a alguien más en el búho, algo en su cara y en su gesto me daba confianza.

Saque el espejito y me di un último retoque antes de la gran fiesta, cuando por el espejo vi que ese chico del fondo que me miraba. Me giré un segundo para verle. Comprobé de que estaba sentado tras de mí.

- Dicen que los búhos traen suerte – me dijo acercándose a mi desde su asiento.
- Esos son los búhos de verdad – le respondí dedicándole una sonrisa.
- Y estos también, te lo aseguro.

Me gire del todo para poder mirarle de frente.

- Eres lo que llevo esperando toda mi vida - me dijo.

Patricia Izquierdo Díaz


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