Podría señalar perfectamente la forma de mi peso. La carga que llevo en el pecho desde hace varias semanas. Hoy al final de un libro, esa carga a empezado a salir en forma de lágrimas, en forma de nervios que han estado mucho tiempo comprimidos.
Qué duro es aceptar la verdad, el paso del tiempo, los hechos, los miedos y todo aquello que nos hace daño y que guardamos y guardamos, y seguimos guardando hasta que un día como este, explota.
Soy de las que guardan todos los sentimientos, no dejo que se escape ninguno. La gente puede pensar que soy fría, pero si se pararan sólo un momentito y descubrieran que hay en mi interior, se quedarían perplejos. Jurarían no conocerme en absoluto.
Ya no podía más con este pesar, que no sabría decir de donde procede, pero ahí estaba instalado, en mis pulmones para no dejarme respirar, en mis articulaciones a las cuales paralizaba, en mi cabeza en forma de pelota de pim-pom golpeándome a todas horas.
Supongo que no estoy limpia, que aún queda mucho de echar. Mucho de lo algunos dejaron a su paso, de lo que yo voy ocultando, de los que otros van haciendo... Se acabó.
Es fascinante, por eso lo escribo, que un libro, una historia completamente ajena a mí, haya encontrado el botón de limpieza, el que semanas atrás buscaba como una loca sin parar. Supongo que en ese libro me he dado cuenta de que la vida es inmensamente más corta de lo que creemos, que cada momento cuenta, y que todo lo que dejes sin hacer... te lo habrás perdido.
Ama si tienes que hacerlo, no dejes que un beso se escape, abraza si así lo sientes. Di "te quiero" si realmente te sale del corazón, no pierdas un momento en pensar "y si..." "y si...". Prueba, saborea, inténtalo otra vez, falla, aprende, sé amable, sé sincero, sé tú.
Patricia Izquierdo Díaz
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