Siempre me pasa en los hoteles
que el tiempo se curva hacia ti
o hacia cualquier otra nostalgia
que esté de temporada.
Los lujos que nos dan por ser occidentales
en realidad no tienen corazón.
Con mi albornoz puesto
siempre queda otro albornoz vacío
como una piñata rota
en el otro colchón de la habitación.
Quisiera que no estuviera tan blanca y lisa
la otra mitad de la cama,
que en la televisión echaran un documental
sobre tu forma de cerrar los párpados
en lugar de naufragar de canal en canal.
Quisiera ver tus manos abriendo el minibar
que lo descorcharan de alegría
llenar de miles de botellitas desmayadas
la mesilla de noche.
Mañana al despertar
le volveré a pedir a la chica de la limpieza
la escoba de barrer la melancolía
le diré que rellene el minibar
por si te da por aparecer
y hacer que este hotel, de golpe,
tenga una estrella más.
Marwan
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