Se acabaron las habitaciones cargadas,
se acabó esa cintura tuya que ponía en orden el mundo.
Ya no más llamadas para cualquier complicidad estúpida,
ya no podrá ser tu habitación mi casa
ni tu foto mi libro de consulta.
Comenzamos a dormir entre sábanas de esparto,
el deseo se desplomó como un atleta deshidratado
y nuestros nombres dejaron de ser
dos preguntas que se respondían
con una sola palabra: nosotros.
Y nos manchó la ropa la rutina,
y cruzamos esa calle
que conduce desde tanto hasta tan poco,
y de golpe quedó la cama convertida en dos infiernos.
Ni siquiera una alegría de bolsillo,
no encontramos alcanfor para corazones de tela.
Quedaron los peces del acuario de mi vida
flotando boca arriba, como chancla muerta.
Así, acabó todo. Así empezó la soledad.
Marwan
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