Al final te das cuenta que lo pequeño es más importante. Las conversaciones a las tres de la mañana, las sonrisas espontáneas, las fotos desastrosas que te hacen reír a carcajadas, los poemas de diez palabras que te sacan una lágrima. Los libros que nadie más conoce y se vuelven tus favoritos, una flor que te pones en el cabello, un café que te tomas solo... Eso es lo que verdaderamente vale la pena; las cosas diminutas que causan emociones gigantescas.
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