Y entonces cuando llega el punto en el que te das cuenta de que es demasiada la distancia que os separa y decides que lo más seguro quizá sea huir y salir corriendo. Evitar el vértigo que produce quedarse atrapada en mitad del vacío. Y dejar por fin atrás ese afán de perseguir imposibles. Porque por más que lo intentes, la realidad pesa más que cualquier sentimiento. Y no quisimos ver que siempre estuvimos destinados a no ser, a no estar. Aún así, un corazón nunca está preparado para asumir una derrota. Nunca termina de aprender cómo superar otra batalla perdida.
La vida ya les había mostrado sus cartas y ella, ya no estaba en ellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.