No hay nada más bello que un hijo de arena cayendo sobre la arena. Por eso se creó el reloj, para mirarlo. Antes de ello no había tiempo. Nada más perfecto que una gota de agua cayendo al mar, perdiendo su unidad, haciéndose infinita. Antes de disgregarse en lluvia todo era uno. Nunca habrá nada más justo que dos personas que se hacen agua y se unen entre sí sinceramente para amarse y crear un mundo. Antes del amor y la verdad todo era injusto. Nada más libre que el niño que nace, perdiendo su íntima prisión, asomándose al mundo. Se ve a asombrar tanto que no puede mirar todavía. Por eso abre los ojos poco a poco. Antes de un niño todo es conocido. Al ser vista por primera vez cada cosa nace, también liberada de su esencia previa. El padre redescubre las preguntas en la mirada del niño. ¿Saben que a nacer se le llama coronar? Un niño es un Rey en todo su esplendor. Que rija pues su mirada sobre la nuestra, para jugar a un mundo sin tiempo, sin límites, justo y bello.
Samir Abu-Tahoun Recio
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