Chicas y chicos con cuerpos
moldeadas al milímetro.
Ropa perfectamente
escogida para gustar.
Accesorios, perfumes,
cortes de pelo irresistibles.
Dientes de una blanco imposible.
Y algunos de ellos te escriben un largo mensaje
con eróticas intenciones (como diría Marge Simpson)
plagado de faltas de ortografía
(no una al azar, que a todos nos pasa).
Y cada falta es un puñetazo en mi entrepierna.
Un escupitajo directo al corazón.
Hablo de gente que ha tenido la suerte de pasar por el colegio, el
instituto y la universidad.
Y lo sorprendente es que no parece importarles,
lo cual me resulta un grave insulto hacia aquellas personas
que no pudieron recibir la educación que ellos sí tuvieron.
Después de leer algo así,
sé que no iré a Venecia con esa persona.
Tampoco a la cama.
Las faltas de ortografía me provocan un coitus interruptus por
anticipado.
El respeto y amor por la cultura es, en mi caso, el arma de
seducción más irresistible que puede ofrecerme una persona.
Y el amor (esa utopía) es una historia que merece ser escrita
decentemente.
Como un buen libro.
Que duela cuando llegue el punto final.
Luis Ramiro
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