Subimos el volumen del sudor.
Bajamos las persianas
para que afuera
siguiera siendo de noche.
A las seis de la mañana
no echaron de aquel bar
para amantes sin futuro,
y borrachos de deseo,
buscando un equilibrio,
nos vestimos de incendio e imprudencia.
Ya no podremos reemplazar un hubiera,
sólo nos queda
asumir el fracaso del olvido,
esta herida sin costura
y el error
de volver a acostarnos con nuestro pasado.
Diego Ojeda
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