A pesar de los aviones,
de mi alergia a los aeropuertos,
del sudor amargo de las esperas,
de la dictadura del tiempo,
vuelvo a aterrizar en tu cuerpo
y siempre parece la primera vez.
Llego despistado,
cargando una maleta de dudas
que dejo olvidada en la terminal
cuando apareces tapándome la boca con tus besos.
Tu pelo son olas,
tu piel viento
y mi vida la esperanza de un verano
sin puertas de embarque hacia ningún lugar.
Mientras tanto regreso
y le hablo a mis amigos
de una mujer que huele a mar.
Diego Ojeda
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