Siempre andamos amaneciéndonos, tú y yo, incluso por las tardes. De tanto encajarnos, con ternura violenta, formamos un puzzle de dos felices piezas y pisamos el cielo, vestidos de deseo, descalzos por completo.
Somos relojes de viento y por eso nos damos cuerda frotando el tiempo con nuestros cuerpos.
Y mientras las radios se inundan de malas noticias, hacemos entre tú y yo, noticias buenas. Y mientras alguien se pelea en la calle, por la solemnidad de un ceda el paso, nosotros nos tenemos, sin carné, sin seguro y sin semáforos.
Aquí la única pena es despegarnos después de tantas horas felices y anulados.
Por tristezas, celos y dolores, preguntar en la casa de al lado.
Carlos Salem
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