No os preocupéis por el futuro. O preocuparos si queréis, pero sabiendo que eso ayuda lo mismo que masticar chicle para resolver una ecuación matemática, yo dejaría de hacerlo.
Al fin y al cabo, los verdaderos problemas de la vida seguramente serán las cosas que nunca se te habían pasado por la cabeza, sí de esas cosas que te cogen por sorpresa a las cuatro de la tarde en un martes perezoso.
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