Está en el sofá, recogida,
hecha un ovillo. Habla
con su madre por teléfono.
Se ríe. Luego arruga
un poco el ceño. Esas cosas.
Yo, simplemente la miro,
tiene luz, alma, vida,
me gusta verla, escuchar
su voz. A veces, no
puedo evitar decírmelo:
Qué suerte tienes, cabrón.
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