Pobrecitos los humanos... Los lanzan al mundo violentamente y no saben de dónde vienen, ni qué se espera que hagan, ni en cuánto tiempo deben hacerlo. Ni adónde irán a parar después. Pero benditos sean; la mayoría se despierta cada día y sigue intentando encontrarle un sentido a las cosas. Es imposible no quererlos, ¿verdad? Lo que no entiendo es por qué son tan pocos lo que se vuelven locos de remate.
Tía Elner, 1978
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