No eres un nombre, ni unos apellidos, tampoco una edad, profesión, una talla de ropa, o un estado civil. No eres algo que dijiste o que hiciste. Tampoco eres lo que tienes. No, no eres nada de eso...
Tú eres mucho más; eres tus sonrisas, las que regalas y las que escondes, las que camuflan lágrimas y las que espontáneamente salen. Eres momentos, esos que merecieron la pena, que al recordarlos sólo puedes que sonreír, también aquellos que te hicieron llorar. Eres errores, esos que saben a besos, y también eres besos, esos que saben a errores. Eres los viajes que has hecho, las ciudades que has visitado, los trocitos de ti derramados en lugares y en personas, allí donde dejaste una huella... o donde te la dejaron. Eres las canciones que te transportan a recuerdos, los libros que sellaron etapas, los amaneceres que no se borran, esos que viviste bajo unas sábanas. Eres lo que diste, lo que das, lo que aún sueñas. Eres lo que sientes, lo que te hace temblar, lo que te desgarra. Eres esos abrazos que si te pones de puntillas aún te hacen tocar el cielo. Eres seguramente el secreto, la sonrisa o las lágrimas de alguien. O las tres cosas a la vez. Eres tus logros, y también tus derrotas. Eres tus cicatrices, esas que se ven en la piel y las otras... las que un día alguien curará o simplemente acariciará porque tampoco hay necesidad de curarlas. Eres el viento que te da de cara, las tormentas con o sin lluvia que te empaparon, el sol que quemó tus mejillas o simplemente te las hacía sonrojar; ese sol, ya sabes.
Y eres la luz y la magia que desprendes. Y un día, un día alguien te comerá esa sonrisa y el mundo se quedará sin luz...
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