Estrella vespertina y rojo sol poniente,
¡y una voz desde dentro que me viene a llamar!;
y que el hosco sonido del agua en el rompiente
cese al menos entonces, cuando me haga a la mar.
Que en su lugar aflore marea adormecida,
muy plena, sin espuma ni ruido pertinaz,
cuando aquel que de lo hondo llamado fue a la vida
a su casa retorne sosegado y en paz.
Al caer de la tarde una campana reza,
y después... ya se sabe: ¡total oscuridad!;
y que a nadie le embargue del adiós la tristeza
cuando me embarque solo hacia la eternidad;
Pues aunque el flujo lejos me arrastre mar adentro
y del Tiempo y Espacio se rebase el umbral,
con mi Piloto espero tener un franco encuentro
cuando mi nave cruce el rompiente final.
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