Cuando te fuiste,
se pararon,
no sé cómo,
ni por qué,
todos los relojes de la casa;
y aún persisto en esa lucha
hacia cualquier fuerza suficiente
que mueva esa manija
que desbloquea el pasado
y me libera de ti.
Y es que
fue tan triste
aquella despedida
que las sábanas húmedas
del sudor de tu espalda
se me antojan hoy un souvenir sin sentido
que aún conservo por si vuelves.
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