Tus ojos desvistiéndome
mientras me desabrocho el vestido,
el remolino de tu lengua
dentro de mi boca,
tus brazos
rodeándome la cintura,
tus dientes clavados en mi cuello,
tus manos, que parecen multiplicarse,
buscándome los gemidos.
Si trato de huir
te encuentro aún más dentro,
adivinándome las intenciones,
sujetándome para no salir corriendo.
Si me quedo
de sobra sé que estoy perdida,
atrapada en una guerra
entre mente y pecho,
vencida por el deseo.
Y me alejo
pero vuelvo.
Siempre vuelvo.
Imaginándote en mis dedos
o haciéndote real
para calmarte la sed.
Me cubro la piel de nuevo.
Es igual.
Tus ojos me dicen
que vuelvo a estar desnuda.
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