Misteriosa, quiero decirte adiós
y ofrecerte mi mano.
No estés triste,
las cosas que se pierden se vuelven importantes
pero después regresan a su propia estatura,
al sumar la memoria,
la invención
y el olvido.
Ya sé que aún es muy pronto.
Ahora es mejor no hablar:
las razones que explican
el fin de una pasión se vuelven turbias,
como el agua que sirve para apagar un fuego.
Tal vez la culpa ha sido sólo mía
y a fuerza de buscarte
sólo he encontrado lo peor de mí.
Quizás es, simplemente,
que la costumbre quema lo que el amor doraba
lo mismo que los hechos convierten con sus números
la hermosa Geografía en simple Historia.
Los dos perdemos una guerra extraña
en lo que lo inofensivo derrotó a lo invencible.
Fue muy duro luchar con esa furia
violenta y desleal
de quienes aún se quieren pero ya sólo viven
unidos por el miedo a separarse.
Y es más duro perderte.
Misteriosa, tú y yo ya no sabemos
quienes somos,
porque mentir a alguien
es transformarlo en un desconocido.
Pero acepta esta página:
dentro de ella serás la que antes eras
y yo te querré ahora como entonces,
como al cerrar los ojos
y volverle la espalda a estos días oscuros,
voy a quererte siempre.
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