Yo sé que para ti
la vida es combate;
la opinión de los otros,
un insulto;
la sangre el combustible
que la cólera quema
en sus motores.
Tu amistad es de hierro.
Tu compañía, un pozo.
Las únicas banderas
en que crees son
las banderas blancas
que llevan tus vecinos.
Reclamas para ti
el poder y la gloria,
y a los demás exiges obediencia,
silencio, todos lo que en el hombre
son las cenizas de la voluntad.
Estar contigo es ir perdiendo muros,
ser un papel en blanco,
una sombra, un satélite;
acatar el lenguaje de las humillaciones,
la geometría de las cicatrices.
Pobre de ti, que aún crees
que es posible lograr
a la vez que la victoria y el amor
de los que has invadido;
que no sabes que puede conquistar quien descubre,
no el que sólo derrota;
y no entiendes que en tierra sometida
sólo crecen las flores
del desprecio, la fruta venenosa
del rencor porque nadie respeta
a aquel que lo domina.
De qué te va a servir tanto poder
a cambio de tanta soledad.
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