Sentado al fondo de un bar.
La camarera me sirve con calma.
Levanto los ojos de la sección de deporte de El País.
Una mujer me mira fijamente desde la barra. La evito.
Vuelvo a leer pensando en si me seguirá mirando.
Repito movimientos. Ahí sigue vigilando.
Esta vez decido mantenerle la mirada,
agachada la cabeza, se queda pensativa
pero vuelve a dirigir sus ojos hacia mí.
Se establece algún tipo de comunicación.
Está claro, esa mujer está buscando algo.
Me sonríe. Yo hago lo propio,
como quien celebra una victoria.
Vuelve a bajar la mirada hacia su taza
y me va regalando atenciones fugaces,
dejando claro que no es solo un coqueteo.
Pido la cuenta. Me dirijo hacia donde está.
Con la cabeza de nuevo agachada,
sin mover nada más que sus ojos,
levanta provocadora su vista hacia mí.
Paso de largo. Salgo del bar.
La fidelidad tiene sus limitaciones.
Marwan
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