El poeta es un terrorista,
pone bombas en las mentes complacientes,
en la conciencia sucia de los estadistas.
Las palabras son la metralla,
sus víctimas los sentidos,
que nunca salen intactos
cuando activa el detonador de una metáfora
o llena de pólvora un soneto.
Los daños colaterales
son aquellos hombres
que no saben disfrutar de la belleza,
por este orden:
alcaldes, burócratas, banqueros,
machistas, mercaderes del sistema,
chantajistas, vigilantes, estafadores,
corruptos, traficantes.
Así que anda con cuidado
cuando te acerques a un libro
o cuando pases por la sección de poesía
de unos grandes almacenes,
que la poesía es un arma cargada de futuro
y los poetas los sicarios a sueldo del amor.
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