Nuestro amor cambió de domicilio.Se marchó poco a poco, como quien hace una prolongada mudanza en sus ratos libres.
Lo primero que hizo fue irse resquebrajando. Una vez roto, bien partido en dos, pudo diferenciarse porque ya no era nuestro amor, era, por un lado, tu amor y, por otro, el mío, bien separados, como dos perros de distinto dueño.
Una vez visto esto, tras tratar de arreglarlo, negarlo y echarnos mucho en cara, finalmente decidimos dejar que cada amor hiciera su camino y nos dijimos adiós.
El mío - mi amor - se tomó bastantes prisas y se largó en una noche de borrachera con una rubia, con la que compartí el asiento de atrás de un C3 y un teléfono al que le faltaban algunos números para poder desembocar en una segunda cita. No resultó, ni tampoco resultó volver a los bares con los amigos de siempre pensando que cualquier piel podría bastar para borrarte.
El tuyo - tu amor- se metió a investigar en Facebook su pasado y allí se encontró con un viejo amor del colegio y tuvieron varias citas, la primera deliciosa, y el resto bastante rancias, porque el tipo en cuestión no resultó ser tan romántico y tu amor se vio vagando solo, en una ilusión monodireccional. A partir de ahí le perdí la pista por el bien de mi salud.
Luego mi amor decidió tomárselo con calma porque para encajar con otro amor la prisa nunca ayuda. No fue fácil, porque un amor por sí solo tiene poco que hacer, se aburre, no está acostumbrado, quiere jugar a hacerse grande y para eso necesita conjugarse con otro amor. Le pareció buena idea hacer un casting, conocer otros amores solitarios, sin prisa pero sin pausa y convenció a sus amigos para que le presentaran corazones por encajar, para hacer veladas a cuatro. No estuvo mal aquella época pero el amor realmente no se puede programar. Quizás dos amores tengan prisa, se conozcan y lo intenten, pero aún así es posible que no puedan formar otro amor multiplicado.
De nada sirven los castings, no atiende a eso, es más sencillo. El amor se cruza con otro y lo reconoce al instante, como un perro, cuestión del olfato, así de golpe. Y es mutuo porque el amor con el que te encuentras olisquea un segundo y lo entiende también en un instante. Y ambos dicen ahora sí. Y hay una primera cita de dos amores temerosos pero ilusionados y ambos piensan ahora sí. Y a ello le siguen tardes, noches, cenas, camas, presentaciones y ambos amores les dicen a sus amigos ahora sí, y comienzan a despedirse de ellos mismos, porque van a dejar de ser un amor y otro amor, para convertirse en otra cosa. Por fin se completa el puzle - tal y como llevaban tiempo soñando -, y dejan de ser esos amores solitarios para pasar a ser el Amor, uno solo, es que resulta de sumar la primera y la segunda persona del singular. Esa conjunción, esa maravilla, que hemos convenido en llamarlo de un modo sencillo, con la palabra más hermosa del mundo: nosotros.
Marwan
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