Acabamos de hacerlo por segunda vez y flotamos en la habitación. Todavía puede sentirse el olor a nuestro sudor. A sexo. A ganas.
Sentirnos es como volar a miles de grados. Corrernos, explotar.
Ahí abrazados parece que la realidad no va a aparecer nunca más, que el tiempo puede pararse para siempre.
Y entonces suena tu móvil. Me pides silencio antes de contestar, pones la misma absurda excusa de siempre (qué difícil me parece que cuele) y te oigo decir una vez más que ya estás tirando hacia casa.
Entonces es como si despertara y me diera cuenta una vez más de la mierda de espiral en la que tengo metidos los zapatos hasta el fondo del lodo.
Me das un beso, te despides corriendo y susurrando una vez más…«Mañana lo termino todo»
Y los dos sabemos que es mentira.
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