Es la primera vez que voy a hablar de él. Le he tenido oculto en el blog porque me da miedo que al hablar de "esto" se gafe y se estropee. Pero hay que ser valientes.
El 20 de noviembre, miércoles, le conocí por primera vez en persona. En Loranca, antes de irme a trabajar a las extraescolares. Estuvimos como una hora y media, un poco más quizás porque a mí se me fue el tiempo volando. Hablando entre nosotros, apenas llevábamos tiempo tampoco. Y fui como a una cita más de Pof, Tinder o cualquier cosa de esas... Fui a ver qué pasaba porque es cierto que sus fotos por Instagram tampoco me habían llamado mucho la atención.
Antes de nada, es amigo de Belén. No le conocí por ninguna red social. Y bueno, pues como os digo, el tiempo se me fue de las manos y llegué tarde al trabajo. No tenía nada que ver en persona con sus fotos. Era mucho más guapo, y tenía algo que para mí, es mi debilidad. Unos ojos que miraba de reojo porque me ponía muy nerviosa. Luego supe, que más nervioso estaba él. Que me miraba a través de la jarra de cerveza. En un rato pusimos patas arriba el mundo, y fue genial. Yo me mantuve en mi taburete. Ni le rocé, ni le toqué, ni nada... Espacio. Pero me quedé con ganas de más. Me despedí de él diciéndole que por mí, quedábamos de nuevo, por ejemplo el fin de semana.
Él se iba a una casa rural con sus amigos, pero me guardó el viernes para llevarme a un sitio muy chulo de cócteles en Fuenlabrada... (del que os hablaré de él, porque merece la pena pasarse un día por allí). Me vino a recoger a casa, y cuando miré el reloj, eran las dos menos cuarto. Decidimos volver a Leganés, cuando en la puerta de mi casa, me besó. Algo que estaba esperando que hiciera toda la noche.
A veces me resulta un pollito, es decir, que necesita un empujón, pero es muy tímido y quizás solo sea una apreciación, y otras me parece un viejo, lleno de costumbres y de hábitos irrompibles, además de respetar todas las señales de tráfico con su amado coche (que si lees esto alguna vez, el mío es mucho mejor... ¡y más bonito!). Le faltan experiencias, pisar lugares mágicos, conocer sitios, pero en eso no me importa acompañarle... Cuadramos bastante en ese sentido. Y es un fiestero, le va la marcha... Para mí no es un problema, quizás es un añadido, una forma de complementarnos, de sumar. No lo sé, siempre he pensado que las parejas, ya sean de amigos o de lo que sea, están para sumar, para complementarse, para que uno enseñe a otro en diferentes ámbitos.
Bueno, ese día debo decir, ese viernes, que subió a mi casa, y toda esa noche me la quedo para mi, para nosotros. Esa noche pude salir huyendo, pero algo en él me hace quedarme.
El martes volvimos a quedar, en una famosa tetería de Fuenlabrada a la que yo tenía muchas ganas de ir, y él me dio el gusto. Para mí se ha convertido en un lugar especial. Cerré un círculo e inicié otro cuando él me besó allí, cuando él aparto mi pelo que tan poco le gusta, y me besó mirándome con esos ojos. No recordaba el sentimiento de tener mariposas. El miedo a que algo salga mal, a no creerte que algo tan bonito te pueda suceder a ti. Que no es el sitio, que no es el té, que no son las circunstancias... o sí, la suma de todo ello, pero de alguna manera, el momento se vuelve especial y mágico. Esa tetería es especial, se ha convertido, al menos para mí, en mi partida de cero. Ese día también acabamos muy tarde, y con él, no voy a hacer descripciones más allá.
Ayer, le monté en mi coche, al que llamó feo en nuestra primera conversación y me lo llevé a Madrid, le enseñé lo que me gusta una azotea... Lo que me gusta vivir en las nubes y ver a los mundanos tan pequeños llenos de problemas en la cabeza, le enseñé que subir al cielo es una buena forma de escapar de los problemas, y que es posible. Y que una azotea es lo más cerca que estará para poder rozar la felicidad en un día difícil. No fue nuestra mejor cita, y eso que lo llevaba todo controlado, pero el día, su día no nos acompañó. Él tenía la cabeza en otro lado, ni siquiera en las nubes de Madrid... Pero no le iba a dejar con su problema.
Es algo que tiene que aprender él, no está solo, y si la carga de los problemas se comparten es mucho más ligera, que alguien a quien estás conociendo, con la que vas a pasar algún que otro fin de semana (y espero que sea así), ante todo tiene que ser tu amiga, tiene que salirte contarla todo, lo que te aburre, lo que te preocupa, lo que te hace feliz, todo... Hay que trabajar la confianza, es la base de todo, de la amistad, de lo que surja en un futuro. Ayer quise enseñarle eso... Ayer quise, que a pesar de todo, fuera especial. Y lo fue, vi Cortylandia bajo la lluvia, vimos el diluvio universal madrileño... y comprobó que aún soy una niña que se mete en todos los charcos, que no la importa si se le riza el pelo y parece un caniche, que no la importa que la besen en plena Plaza Mayor mientras los abuelos y los niños miran... Que la Navidad puede ser incluso bonita... Que la vida es eso, días grises para pintarlos de colores, para aprender que jamás estamos solos... Eso, se lo tienes que enseñar a algún que otro amigo tuyo.
La tarde fue bonita, y la noche aún mejor. De momento solo puedo contar hasta aquí. Y creo que he hablado demasiado. Pero es que no quiero que esto se estropee... Voy con pies de plomo, y siento que él tira mucho de mí, pero tengo miedos, fantasmas del pasado, me da miedo darlo todo y volverme a quedar sin nada... Pero es tiempo, no hay garantías, es el día a día... Somos él y yo quien escribiremos esta historia con final o no. Y mi miedo más grande, como comprenderéis, es que se vaya...
Patri Izquierdo Díaz
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