viernes, 5 de junio de 2020

No puedes salvarme de todo

- Pensaba que ibas a estar en shock - me mira a los ojos achinados que me han quedado tras llorar todo.

- Es culpa de Belén, sabe cómo romper el hielo - me río pensando en lo que me ha mandado al móvil.

- Te conoce bien - me dice mientras me coge de la cintura y me acerca a él - Te habías ilusionado, ¿verdad?

- No - susurro entre lágrimas que me las limpio en su camiseta.

Le escucho reírse mientras me acaricia el pelo.

- Es una desilusión, cielo - me coge de los mofletes y me limpia - Tú vales más que ese, créeme. ¡Vaya puntería que tienes! Y del pollito ni hablamos.

- Ese me da igual... - me limpio las lágrimas - Es muy injusto. Estoy cansada que siempre salga mal. Y lo peor es que ya lo sabía, Bollo, lo sabía... Pero... - Y él asiente.

- Mañana tienes una cita. Intenta disfrutar y si vuelve, juega con él, vácilale, porque éste vuelve, en cuanto la otra le deje o le duelan los huevos. Acuérdate de esto, no ha cambiado tanto - se sienta en lo que parece que se ha convertido nuestro escalón de las charlas - Es una desilusión, pero ya está. Lloras y tiras para delante, como haces siempre, Patri.

- ¿Tirar hacia dónde? No ves que nada sale bien... Estoy cansada de remar contracorriente para nada. Necesito descansar - le explico.

- Las personas como tú no descansan, se desviven por los demás, es lo que hacen. Lo que haces desde que te conozco - me responde.

- Pues se acabó ser una buena samaritana. Porque no vale de nada. El karma no te devuelve una mierda.

- Tú eres atea - Y me río.

- Bollo, te quiero, y te agradezco que estés aquí. Pero no puedes salvarme de todo... Ni tú ni nadie. No puedes salvarme de todo lo que tengo encima, y eso me ha costado mucho asumirlo. Nadie va a venir a quitarme las lágrimas y a escribir mi cuento, porque la pluma que escribe mi vida, solo la tengo yo... Y esta vez, he decidido tirarme a una piscina que claramente no tenía agua.

- No puedes machacarte como siempre. Es que no te lo voy a permitir. ¿Vas a estar una semana compadeciéndote de ti misma? Como haces siempre - me cuestiona.

- No, es mejor buscar tu consuelo y volver a cagarla - me arrepiento de mis palabras según las digo - ¡Perdóname! No quería decir eso. Perdona - Y me arrepiento de verdad.

- Patri, ven anda... - y me abraza, fuerte, muy fuerte, entre sus enormes brazos, y yo me deshago dentro de él.

Patri Izquierdo Díaz


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