Píntate los labios de rojo, péinate el pelo como tú sabes, ponte tus tacones más altos, tu vestido más corto y saca las ganas que tienes de mandarlo todo a la mierda, conmigo. Usa ese perfume que me tiene domesticado a tu cuello cual perro con correa, a menos de un metro de ti y bajando con cada copa y cada susurro. Baila conmigo, aunque no tengamos ni puta idea de compases ni ritmos. Bésame y dime que nos vamos de aquí, que me prepare para la guerra. Tírame contra la cama y dime que hoy mandas tú. Hazme amanecer con manchas de tu pintalabios por todo el cuerpo, exhausto, del empeño que le hemos puesto para que los vecinos tampoco duerman esta noche. Cuélate en mi sueño mientras duermo y déjame exhausto ahí también. Dime que lo nuestro es droga y que tenemos mucho vicio. Decora mi habitación con tu vestido tirado por el sueño y cada uno de tus tacones en una esquina de la habitación, marcando el norte y sur del reino de fantasía de la habitación, marcando el norte y sur del reino de fantasía que nos montamos con una cama y dos copas de más. Átame a la cama si te digo que tengo que ir a trabajar.
Pídeme que esto no sea para siempre, pero no termine nunca.
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