Y de repente, el día menos esperado, te das cuenta de habías estado ciego, ya no se sabe si de amor, o de otra cosa, que todas las piezas encajaban, y eras tú mismo el que no querías verlas deshechas. Y te sientes idiota.
Y cura, vaya que si cura. Y te sientes imbécil mientras tanto. Pero sigues curando. Poco a poco.
Y cierras los ojos, te sientas en la cama, sin saber todavía cuando olvidarás que se acostaba en otras.
Pero una cosa tienes clara, de esta has aprendido.
Seguirá pasando la vida, pero ya no habrá conductor extraño, ya no habrá carreteras cortadas, mentiras absurdas, stop obligado.
Será una promesa con uno mismo, con el mundo jugando al despiste.
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