Si no empieza por «A», nuestra alegría y no es mayúscula no me sirve.
Si no tiene parques dibujados en los ojos, si no pone tobogán a los abismos no me sirve.
Si no hay una línea de alta velocidad entre su boca y la mía no me sirve.
Si no distingue que entre plena y pena hay mucho más que una letra de distancia no me sirve.
Si no está enamorada de nosotros no me sirve.
Si no me desordena la sangre pero pone en pie todo el resto de mi vida, si no besa como si lo fueran a prohibir no me sirve.
Si no siente que entre el gobierno y nosotros hay algo personal, si no acepta que sin mí también será feliz pero no será lo mismo no me sirve.
Si no me deja besos grapados en los bordes del alma, si no piensa que estamos unidos sin remedio, como lo están la palabra tren y despedida, no me sirve.
Si no me ha cambiado el futuro no me sirve.
Si no toma café por las mañanas, si no habla como tú, toca como tú, vibra como tú, si no llora como tú, si no la conocí tras un concierto, si no se llama María no me sirve.
No me sirve.
Lo siento.
No me sirve.
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