Quedas con tu ex tras varios años sin veros.
Compartís confidencias ligeras, cosas banales, un viaje a Tailandia, tu vuelta al deporte, su insólita afición por la pintura.
Habláis sin ningún rastro de emoción, sin permitir que se muevan los sentimientos.
Pero tras un rato y un par de cervezas se destensa la cadena de lo correcto y ambos bajáis la guardia, entrando en terrenos inciertos.
Y os permitís hablar, sin dar mucho detalle, de aventuras breves, de los amores fallidos de estos años.
Y lo uno lleva a lo otro al declarar que esto que sucedió con esa historia pasajera no es más que el fiel reflejo de lo que pasaba entre vosotros, y así, sin más, aflora el torrente de palabras, emociones, cosas no dichas, disculpas atrasadas, y empieza a flotar entre vosotros una mezcla extraña de perdón y arrepentimiento, de antiguo amor y ganas de lo nuevo, y se cruza por vuestra cabeza esa pregunta y se cruza por la mía esta otra:
¿Estás seguro de querer volver a abrir esa puerta?
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