¿El fin de la pasión?
¿Qué qué es?
Es un reloj en el que no quedan segundos, un envase cuando yace ya vacío, es buscar los bolsillos de la nada.
¿El fin de la pasión?
Es un miembro fantasma, una mansión sin puertas, un paraíso donde no quedan entradas.
Es una carretera sin sentido, la nostalgia cubriéndolo todo mientras gira nuestro cuello hacia el pasado.
El fin de la pasión es un viaje —sin maletas— al futuro, un partido donde ya no hay jugadores, veinte vidas donde ya no queda una.
Es un chicle masticado, el sopor a plazo fijo, la llegada celestial de la desgana.
Es un globo que se escapa de las manos, dos adultos sin juguetes, una piel sin novedades.
Es el deseo multiplicado por el número de pieles que hoy se encienden, la resultante del desgaste menos los besos que te resta la rutina.
¿Y queda algo al acabar la pasión? Pues claro, no seas imbécil.
Queda todo lo demás y no es tan malo.
A veces todos suena exagerado, y la vida es, quizás, como este poema, que de tanto valorar lo que se ha ido se olvida que nos queda lo que queda.
Lo creímos, que sin intensidad el amor es un balón sin aire, pero no. No es cierto.
Preocúpate solo cuando no quede ternura, cuando ya no queden ganas.
Accede hasta la angustia cuando quieras huir de una persona, no por no arder a todas horas.
No adelantes un final solo porque ya no venga a verte el arrebato o no tengas caballos relinchando en tu pecho.
Si hay amor hay brasas y pulmones para soplar.
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