Traté de serlo todo, tu todo. La mecha de tu vela, la luna que mueve tus mareas, el sol que te despierta.
Necesitaba ser ese todo, tu todo. Ser cada minuto de tus horas, cada hora de tus días, cada día de tu vida.
Quise serlo todo: tus palabras, tus dibujos en servilleta, tus versos y canciones.
Necesitaba ser el primer y último pensamiento, formar parte de la palabra de tu mano, robarle el tacto a tu esponja, y el sabor a tu café de la mañana.
Traté de serlo todo, y terminé conformándome con ser un parte, para hoy recordarte, siendo nada, y añorando tu todo.
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