Ella era vida y yo creí ser suerte.
Eso fue lo que sentí nada más ver cómo a cada paso que daba, dibujaba arcoíris en las aceras.
Sentí ser suerte, ya que es inusual ver a una chica pisar fuerte, a paso firme y con poesía.
Hoy en día ella sigue siendo única, sigue pisando fuerte, aunque la vida le dé hostias, ella sabe que siempre puede caer entre mis brazos abiertos.
No podía dejar escapar a una chica que dibuja arcoíris a diario, que nada más despertar, hace de una sonrisa un bálsamo para levantarse aunque llueva.
Ella, en su día, dijo que la distancia no importaba si había ilusión y ganas.
Y no lo dudéis, que si hay ganas de vivir, el amor se hace fuerte y hace de la distancia un puto pasatiempo.
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