Las cicatrices no entienden de las causalidades ni de las incógnitas. Están ahí para irse o mantenerse como un mensaje donde le dijiste hasta pronto, amor.
Javier Gil.
Hay teorías, dónde las cicatrices no entienden de camas separadas, ni de lunas, ni lágrimas en forma de eclipse, pero aun así, siguen sabiendo que son cicatrices y que duelen mucho más que cortarse las venas. Lo sé, que cortarse las venas es un brotar de sangre de sentimientos sin tiempo a reaccionar, ni dar macha atrás antes del último milímetro de cuchilla afilada de palabras, de actos de encuentros con terceras personas. Para luego dejar abiertas teorías inciertas teorías del caos más inseguro que el amor, que conllevan tantas metáforas como contradicciones unidas a teorías con miedos, miedos que uno mismo se ha buscado. No valen luego excusas baratas, -¡Te lo dije! Tomando nuestro último café. O...
-Te quería tanto, que solo quería verte feliz. Y esa tan egoísta, -No es por ti, es por mí. Y así luego surgen más teorías, la de la razón sin espinas, la de las canciones que hablan de ti, la de los poemas versando a otras. Y tantas teorías que uno mismo no llega a entender ni aun sabiendo, que ha sido uno mismo quien la ha creado. A fuego lento de cicatrices, dejando pasar días sin sentido para uno mismo, para terminarlos sentados en la cama. Solo, tan solo como esa teoría, de escribir un poema en forma de canción y guardarla en el cajón de la posible teoría, del “tal vez".
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