No pretendía ser mejor que nadie y mirad lo que consiguió. Ser ella, simplemente ella. Y así aprendió a ser libre, a ser vida. No es tan difícil ser uno mismo si no haces caso a los demás. Luego es cuando comprendes que la verdadera felicidad es ser uno mismo, sin excusas, sin postureos. A partir de allí, es cuando entra a jugar el amor. Cuando debemos aprender que siendo uno mismo, también es bonito enamorarse. Ese momento será cuando aprenderemos a compartir sueños, alas, a que si uno cae, el otro ayuda a levantarse. Y ahí está, cada día más enamorada que nunca, pero sin dejar de ser más vida, más ella.
Como cuando aprendió que la felicidad es despertar, mirarse al espejo y sonreír diciendo: joder, sigo siendo yo misma un día más.
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