Ojalá todo lo que dejemos sea por amor y no por miedo.
Aida Davinia
¿Y tú? Que dices no saber cómo entrar en los bares, que tienes miedo, que tu única arma es la poesía. Dices tener miedo a la barra del bar a la barra de labios que un día perdiste al poner tu firma, tiemblas nada más oír el murmullo de la gente. De esa gente que te quieren escuchar recitar cada verso, aún sin saber que ese día, ese día, estás más jodida de lo habitual. Ellos no saben que has perdido el último tren, que has rasgado el billete de metro a la felicidad. ¿En ti? Ahora solo hay razones, sopesar hechos ahora es inevitable. ¿Y cómo decirles ahora a esa gente?, que solamente tienes ganas de echar el cierre a ese bar, de romper copas, de saciarte de soledad, de emborracharte sentada en un taburete, de pedir siempre una última copa, de acostarte con el camarero de camino a su casa. Y al fin decides, dejar de escribir ese poema para otra ocasión y salir a versar cada suspiro que te dedique tu público.
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