En mis largas noches de insomnio, caigo en muchas cosas que durante el día, por la cantidad de quehaceres que tengo, no me detengo a pensar.
Esta noche ha sido una de ellas. He saltado como un resorte de la cama, como si me dieran un calambrazo. Es más, es la primera vez que despierto a mi marido por algo así. Nunca le despierto, ni en las noches que me he puesto mala. Pero lo de hoy... Ha sido de otra magnitud.
He sentido el cuerpo paralizado, ganas de esconderme para no aparecer nunca. Volver a ese domingo y desear que el final hubiese sido el intencionado. Es fuerte lo que estoy escribiendo a la una de la mañana, pero es más fuerte vivirlo.
Mi perra me seguía, durmiéndose por los rincones, pero ahí estaba. No quería volver a la cama como Javi me pedía. Estoy empezando a coger manía al momento de irnos a dormir. Suspiraba rogándome tranquilizarme, pero no he podido. De repente la cena se salía de mi cuerpo... Ha sido todo muy rápido pensándolo ahora, dentro de la medio calma.
Socorro pido al cielo con la cabeza metida en el váter. Qué pare la sensación de estar muriendo en vida cada noche.
Me he sentado en el suelo y he llorado desconsolada cuál niña, mientras mi marido preguntaba desde fuera si estaba bien. "Estoy bien" le he contestado aclarándome el nudo que me ahogaba en la garganta.
Me he acomodado en la pared y he empezado a hiperventilar, con la sensación de no respirar nada de oxígeno. Agarrada a mis rodillas y hecha un ovillo, las lágrimas rodaban por mis mejillas aunque ya no llorara. Sólo intentaba calmarme, a mí misma, como tantas y tantas veces.
Me siento tan sola. En este baño. Con todo mi mundo al revés. Con todo desorganizado siendo tan cuadriculada. Tan perdida y vulnerable. Tan pequeña. Tan... Débil.
De repente he escuchado a Maya llorar al otro lado de la puerta (siempre lo hace cuando me meto en el baño), y sus aullidos me han sacado de mi mundo, de mis respiraciones agitadas. He vuelto en mí y ya solo temblaba.
He escuchado a Javi pedirme que saliera para que Maya se callara. Supongo que no tenía ni idea de lo que yo estaba viviendo en ese momento. Porque sino... Hubiera actuado de otro modo, entiendo.
He salido y sin decir nada, he besado a mi perra y me he metido en la cama. En silencio, para no molestar.
Ahora... Me parece surrealista lo que he vivido en mi baño, sentada y cogida a mis rodillas, llorando, respirando a todo gas y sintiendo que mueres.
Lo único que me ha quedado palpable es un cansancio psicológico brutal que intento eliminar a través de mis letras. Y un dolor en el pecho bastante insoportable del que de momento, no puedo deshacerme. Javi sigue durmiendo... Ajeno a todo. Ajeno a mis ojos hinchados, a mi cara desencajada, ajeno al ritmo de mi respiración y a la rigidez de mi cuerpo.
Cada uno lleva su dolor como puede... Esta vez, él me ha ganado.
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