Qué paz me da el refugio de mi hogar, el silencio roto por la respiración de mi perro. Qué seguridad me proporciona estar en mi guarida, escuchando la lluvia en los cristales. Me doy cuenta en este momento que necesito muy poco para ser feliz y que la vida es muy injusta por no permitírmelo.
Que hay semanas que el mundo me supera y que las malas noticias crecen como la mala hierba cunado menos te lo esperas y cuando menos te lo mereces. Cuando se aúna todo convirtiéndose en el negro de la noche, esa oscuridad que no te permite ver más allá, ni sentir, que agobia porque te hace pequeña, porque te quita tu mundo, lo destruye.
Porque cada día ha dejado de ser una batalla para convertirse en la misma guerra. Y que guerrero herido ya no cumple igual, que los años también son una losa y la experiencia no ayuda, al contrario, te apaga porque estás cansado, cansado de luchar. Solo quieres retirarte en el silencio. En ese silencio que huele a paz y sabe a seguridad, a reposo.
Y te dicen: "ya estás en tu mundo, ¡contesta!". Mi mundo ha empezado a ser este, ese en el que te resguardas porque no quieres dar nada de ti. Ya no. Posiblemente porque ya no tienes nada que dar. Porque las broncas, las voces, los zascas, los intentos, la ironía, las fuerzas... se han esfumado. Porque son herramientas que ya empleaste y de nada sirvieron. Porque lo único que quieres es resguardarte en ti misma. Lamerte las heridas y ver cómo sales de esta. Saldrás. Pero no sabes cómo ni cuándo. Porque has aprendido que la vida es tan injusta que ni siquiera te quita de el medio cuando empiezas a sobrar en ella. ¡Qué va! Te mantiene invernando, pero te mantiene luchando, derrochando energía a menos nivel, pero degastándote... como siempre. Porque de ser un cactus, has pasado a ser una margarita que solo florece en primavera y que tan pronto como es vista es arrancada del campo.
Es arrancada de su lugar, de su sitio y condenada a una muerte segura... Quizás alargada por el agua, o quizás no. Algunos nacimos para sobrevivir a las circunstancias pero solo a eso. Somos el muro de carga de aquellos que encontraron la felicidad y la usan. Supongo que ésta está al alcance de muy pocos, y como siempre, en manos de los poderosos, de aquellos que nos hunden para subir ellos.
Pero ahora mismo no me importan, solo quiero seguir escuchando el silencio mientras busco la felicidad con la que sueño, llamada "tranquilidad".
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