Son las 2 de la mañana. No puedo dormir. Ando deambulando por la casa mientras todos duermen. Me pongo el termómetro y ahí está... Fiebre... Otra vez.
Me siento. Me tumbo en el sofá. Vuelvo a ver las notas de las oposiciones. Me rindo. El sueño no viene. Tendré que ir a urgencias de nuevo con estos sudores fríos.
Me vuelve a la cabeza la noche tan mala que tuve con Javi. Y el número 13 que sobre vuela mi mente. Una fecha que siempre está. Que aún está. Escribo a Sonia. Escribo a Dani. Escribo a los que siempre están. Y la ansiedad me invade. Tatuajes, infinitos... Tatuaje de amor para siempre, y me miro el mío. ¿Qué diferencia hay? ¿Somos historias paralelas? ¿Repetidas? Sí, me como la cabeza demasiado y más por la noche con 38 y medio.
Despierto a Javi. Tengo que irme... Por muchas razones. Muchas. Y recuerdo que prometí no decir nada. Y lo cumpliré. Que no lo verbalice no quiere decir que no lo pueda escribir, ¿no?
Siento que me ahogo pero ya no sé si es la ansiedad o la neumonía. Javi dice que el bebé está bien, pero es que ahora mismo no me importa. Quiero curarme de todo.
A veces, y últimamente demasiadas, volvería a un domingo en mi vida que no querría haber despertado... Me parece una buena forma de evitar tantos problemas. Abandonar, desertar, ser una cobarde egoísta, pero quiero paz... Necesito paz, que me quieran, que me demuestren que soy importante para alguien. Sentirse el último de la fila, no es agradable. Es más bien, desolador.
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