He pasado una mala noche. De dar vueltas, vomitar (como todos los días), pesadillas. Y hace mucho tiempo que no escribo mis "tonterías" como dice Javi en mi blog. Ayer, vino mi familia a cenar por invitación de Javi. Yo no invito a nadie debido a mi cansancio diario y mis pocas ganas, en general, de todo. Pero cuando se fueron... No sé, sentí un vacío, pánico. Llevo muchos días entre hospitales y consultas médicas, sin parar un sólo día arreglando cosas de un lado para otro antes de la llegada de mi bebé. Y cuando paras... Escuchas el silencio, o el baloncesto de Javi (que para mí es lo mismo porque desconecto absolutamente), entras en silencio interior. Pero, precisamente silencio no es. Son preocupaciones, miedos, soledad, ansiedad... que estaban acallados por todo el ruido que vivimos cada día y del que no somos conscientes hasta que por un momento, sin querer, paras en seco.
Tengo miedo a la bebé. Al parto, a que se me complique más de lo que está complicado, porque hemos hecho el bingo en todas las enfermedades que podía coger y no tratarse precisamente por el embarazo y que se van acumulando desde mayo junto con sus consecuencias. Tengo miedo a muchas cosas, al después. El parto sólo es el inicio de la gran aventura. Tengo miedo a que la pareja se resienta tras un bebé, porque vamos a ser sinceros, un bebé siempre separa. Tu marido o mujer pasa a segundo plano. Ahora hay algo más importante que vosotros como individuos y como pareja. A nosotros se nos junta nuestra semana difícil que también afecta. Porque todo afecta más en un momento de debilidad en el que no estás al cien por cien. Estás más sensible, más delicada y por supuesto más insegura en todos los aspectos. Estás en segundo plano de tu propia vida. Viendo por donde vienen los toros y sentándote a reaccionar muchas veces en diferentes situaciones.
Leí hace poco, una entrada que publicaré a continuación de unos padres ante la llegada de unos hijos. Quizás, eso me ha hecho pensar demasiado en esto. También, y eso lo he hablado con Javi, hay caminos que debemos recorrer solos. Mis miedos, mis preocupaciones por mucho que las analice con mi marido en una conversación, son mías. Y él tiene las suyas. Nos podemos apoyar, sí, eso está claro. Pero cada uno ha de recorrer su camino de piedras, intentar conciliar el sueño, combatir con los monstruos del día a día, esperar a los que se irán presentando, y es difícil. Más para una persona como yo que para estar bien, necesita tenerlo todo bajo control. Al menos, lo mío. Soy muy individualista para eso.
Me casé muy enamorada e ilusionada. Me casé escribiendo un cuento de hadas porque Javi para mí fue el príncipe azul que me salvó de todo. Es así. La que jamás se casaría. Nunca. Tendría hijos sola. Tendría una vida elegida por ella misma en soledad por miedo a que me hagan daño. Me da miedo que mi cuento de hadas se termine. Tenga que estar llamando la atención al príncipe porque se quedó dormido. O porque aparezcan las complicaciones y no sepamos hacerlas frente. Me da miedo no saber elegir el camino correcto en un momento dado, y perder.
Como podéis ver, muchos miedos e incertidumbre me carcomen cada noche, cada silencio o momento de soledad. Y ser profesora ayuda solo en los cuidados más esenciales del niño. Nada más. No tuve que hacer frente a todo lo que se puede presentar cuidando de un niño todo el día, mío y de mi marido. No sé si me explico. Al final, lo más fácil es cambiar pañales y hacer biberones. Pero el día a día... Es otra cosa muy diferente. Leyéndome según escribo, es posible que me esté poniendo la tirita antes de la herida, pero como también he escrito, necesito prepararme para el presente y el futuro, tenerlo bajo control, saber más o menos cómo actuar. Y sobre todo, no perder a lo que más quiero ahora mismo, que es mi marido.
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