Estoy desgastada. Muchos días de médicos, muchos días de incertidumbres, muchos días de estrés... qué todo sale... y nada se queda dentro.
Estoy más antisocial de lo habitual. Más sensible, me molesta todo bastante, y cuando digo bastante, es mucho. Me agobia la gente. Estoy algo inestable, fría y a la vez muy blandita.
Fría en cuanto a quién me rodea. Al móvil, a quien escribe todos los días, fría en redes sociales... y en mi casa, en mi intimidad... es fácil verme que se me salta las lágrimas en cualquier momento.
Solo mi marido sabe por lo que estoy pasando. Y... por alguna razón, no es con él con quién me permito desahogarme. Hay cosas que nunca cambian, y necesito mi soledad para soltar toda la mochila que estos meses me he ido creando.
Mi bebé es la medicina que me tiene aferrada, más que nunca, a la vida. Mi bebé es mi último pensamiento del día... y el primero. Mi bebé se ha convertido en mi centro, en mi mundo, en mi todo. Y sí, la maternidad es dura, y a veces lloro también por no saber llegar a todo, por sentirme cansada, sola e impotente. Pero ser madre es lo mejor que me ha pasado en la vida. Es el sueño cumplido.
Pero no puedo evitar sentirme agotada, exhausta, débil... me duele todo y no sólo físicamente. Siento que el corazón muere en cada latido, que el aire no abre mis pulmones. He aprendido a convivir con la ansiedad. Se ha vuelto mi compañera de batalla, una relación tóxica que no me da miedo. He dejado de tener miedo, y hablo del miedo personal. Mi mayor miedo es mi mayor amor, Helena. Con ella sí que pierdo la razón, desconozco a la ansiedad y no sabía de esta parte de mí que ama con garra, fuerza y descontrolado.
Estoy en esa montaña rusa que me tiene algo loca e irracional. Qué es capaz de mostrarme todos los sentimientos por muy opuestos que sean, a la vez. Esa montaña rusa, que me hace llorar, reírme, ser tan intensa como fría... y así cada noche me acuesto, pensando en todo y en nada. Sintiéndome más sola que nunca, porque nadie puede ponerse en mi piel. Cada día estoy más convencida de que la empatía no existe, porque yo soy única, y todos somos únicos, y cada uno siente a su manera, cada uno afronta a su manera. Y está bien. Solo debemos abstenernos en opiniones y comentarios. Y dar ese espacio que algunos pedimos a gritos y nadie parece escuchar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.