Una ya no conoce el encanto de la vida. Aunque siempre diré, que mi color favorito se llama Helena. Ella pinta mi sonrisa cada día. Mis ganas de vivir y me devuelve la capacidad de sentir.
Sin ella... Todo lo demás es anodino. Pierde su forma. Pierdes la visión de todo. Estoy pensando en algo que muchos pueden opinar que es algo macabro. Estoy pensando en que, por casualidades de la vida, yo faltara... Javi terminaría rehaciendo su vida, que está bien y más con lo joven que es. Mis padres, tendrían que continuar con sus vidas, por su hijo, por su nieta. Pero quedarse sin madre... Un bebé que jamás la recordaría... Ni sabría el gran amor que siento por ella. Eso es muy injusto. Ahora que soy madre... Sé que el amor de una madre es inigualable a cualquiera. Es un querer absolutamente distinto... Es un anexo de ti. Es mucho más que eso... No hay palabras que puedan describirlo. Os lo prometo. Hay que ser madre para poder hablar de ello con conocimiento.
Es el lazo que me une a la vida, a las ganas de vivir. Porque, hay un momento en que estás saturada. Lloras y lloras, y te exilias del mundo por voluntad propia. Vives al límite, y eso es agotador. Buscas la soledad de tu tristeza. Pero mi bebé no te deja hundirte, porque tienes que seguir... Por ella. Hable de lo que hable, es ella el fin, el objetivo, la meta, el motivo y el origen.
Me siento agotada, asfixiada. Siento que algún día explotaré y no tardando mucho porque no tengo tanta capacidad para hacer frente a todo. No soy WonderWoman. Pero sí que llevo escudo, llevo el frío por lema y el hielo por bandera. Porque con anestesia, todo duele menos. Todo se siente menos. Y entre tantos frentes, entra algo de aire.
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