lunes, 17 de junio de 2024

Del cuál, no sé salir

 Voy a ir al grano. Agradezco a mis padres, por primera vez en la vida, que me estén dando el espacio que tanto necesitaba. Qué estén ahí sólo cuando lo necesito... Y es muy puntualmente. Gracias por darme el espacio para pasar todos los ciclos que tengo que pasar. La pena, la frustración, la apatía, la indiferencia, la tristeza, la decepción, la impotencia... Etc., etc...

Estoy pasando por otra etapa de mi vida, no tan dura como las anteriores, pero llena de preocupaciones y culpa. Mucha culpa. De tener grandes ambiciones y planes, y que la mayoría no se lleven a cabo o no vayan al ritmo de mi exigencia. Me preocupa la salud de mi padre, la de mi hija, la de mi marido y la mía. Y el orden me da igual, pero son demandas cosas las que nos están pasando en poco tiempo. Me preocupa mi trabajo en septiembre y de nuevo, mi hija en su nuevo cole. Me preocupa el dinero que es mi cruz en la vida. Mis ataques de ansiedad en Mercadona... Mis ataques de ansiedad ante las facturas. Y aquí tengo que agradecer a una persona tantísimo que no quiere ni que la mencioné que eso la hace grande. Mi ejemplo a seguir... Al que nunca llegaré. Yo no seré jamás como ella. Pero no quiere ni que diga a nadie ni que comente cómo me ayuda o me deja de ayudar. La echaba de menos... Hay amores que deben ser eternos e infinitos. Y para mí lo es. He comprobado que la necesito más de lo que pensaba. 

Tengo cierta incertidumbre sobre mi marido, cómo estará de aquí a una semana, sus preocupaciones que las hago mías en silencio. Le conozco tan bien... Qué conozco sus caras, sus actos, sus preocupaciones... 

Mi padre, con su COVID persistente... Y todas sus complicaciones. Qué cada vez son más.

Y tantas, tantísimas cosas... Qué yo soy de llevarlas yo. Y en silencio, apartada del mundo. Tomando distancia dentro de la frialdad que me caracteriza... Porque todo eso, duele. Te quiebra. Te hace llorar. Te hunde. Y sí, a veces, inconscientemente eres la que tiras del carro secándote las lágrimas y dejando de lado tus objetivos, planes o a ti misma. Y claro que duele. Ellos son mi familia. Por eso, una mano que te diga... Lo que necesites, y te lo haga sentir... Me hace sentir hasta que no soy digna de ello. Qué yo merezco tal ayuda, ni siquiera quejarme. Sentir que me olvido de mí, me entristece mucho y pensar en mí me hace sentir egoísta. 

Y la única solución es la rabieta y llorar. Dando una imagen muy distorsionada de mí, la de una inmadura que se enfada por no ir a la feria. Pero la gente necesitamos hacer pequeñas cosas que nos hagan felices para poder sobrevivir a esta vida que nos toca. Son las cartas con las que debemos jugar. Pero yo soy la que ayuda a ganar a otros, incluso al contrario. Y eso no es ser buena, es ser una idiota en todo su esplendor. 

Llevo años prometiéndome mirar para mí incluso alejándome de todos para que no me influyan pero no soy capaz. Y menos desde que soy madre. Helena es mi mundo, mi vida, mi motor y mi corazón. Y cada vez que no sale algo bien, la culpa me come por dentro. Un círculo vicioso del que no sé salir.



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