Un día de estos, nunca se queda. Nunca.
Hoy me despido de un compañero que, sin él saberlo, me ha servido para integrarme en mi nuevo trabajo, ya que mi timidez no me ayuda. Los sitios nuevos me dan miedo y los llevo muy mal. Es cierto que con la edad, lo he tomado como algo normal de la vida, algo que pasa muchas veces. Los sitios nuevos, las personas que acabas de conocer, este tipo de situaciones son comunes.
Me encantaría ir a Polvoranca con nuestros perros, me encantaría tomar un café, me encantaría saber de él. Pero creo que cada persona que entra en nuestra vida, tiene una misión, para bueno o para malo, pero una misión que dura... lo que tenga que durar. A veces las misiones duran toda una vida, y qué suerte. Se me viene a la cabeza mi amiga Sonia. Pero otras... Pues no son tan largas como quisiéramos.
He encontrado en él un apoyo, un motor, un empujón para que hagas mis sueños realidad. Esa frescura que dan los 26 años, cuando aún no tienes obligaciones de verdad, vives y piensas para ti, eres un alma libre y te puedes permitir caer, probar, saltar al vacío. Me ha recordado esa parte de mí, que creía muerta, absorbida por la maternidad y los problemas del día a día. Las obligaciones y las rutinas que nos matan silenciosamente.
"Mucha suerte" me ha deseado. Lo mismo te digo. No puedo desearte nada más que cosas buenas. Eres un ejemplo de muchacho. Espero que la vida te recompense, porque personas como hay pocas. He aprendido que los "malotes" no tienen futuro, y que los nobles se acaban comiendo el mundo. Y tú serás de ellos.
Nos vemos, o no. La suerte y la vida a veces trae sorpresas.
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