Se arrastran mis pupilas por tu blusa
igual que caracoles juguetones,
y entonces mi futuro se engatusa
haciéndose presente en tus rincones.
Tú pones cara como de confusa,
de no enterarte bien de mis razones,
te gusta hacerte la muñeca rusa,
decir que tienes cien caparazones.
Y un hombre si es un hombre se la juega,
y yo, que quiero serlo, me hago el duro
y salgo malherido de la refriega.
Un día llorarás, te lo aseguro,
y juro que ese día te haré entrega
de todos tus abrazos de cianuro.
Luis Ramiro
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