Estabas bajo el toldo de unos chinos,
llovía y esperabas que escampara,
llevabas tus zapatos parisinos,
el mismo corazón, la misma cara.
Los años, esos grandes asesinos
que no han logrado nunca que olvidara
tus ojos del color de torbellinos,
la boca que una noche me quemara.
Ya deja de llover y ya te alejas
igual que un espejismo en la avenida,
flotando entre los charcos y las tejas.
Y yo me quedo solo con mi herida,
no tengo ni siquiera moraleja.
Así, amor, mi vida sin tu vida.
Luis Ramiro
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