Empezaré por el final:
Acabé acostándome con ella.
Se insinuaba demasiado aquella noche en una sala de conciertos
y yo sabía con certeza que no pasaría nada entre nosotros.
Mostraba sus armas.
Los colibríes que salían de su escote,
el sexo a punto de explotar de sonrisa histérica.
Yo me dejaba halagar, claro, a quién no le gusta.
Y cada copa que bebía acortaba un poco más su falda ante mis ojos.
Subestimé, una vez más, el poder
que acumula una mujer cuando se propone algo seriamente.
El final ya lo conocéis.
Ahora os contaré el principio:
por nada del mundo
iba a acostarme
con esa mujer aquella noche.
Luis Ramiro
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