Supe que era para mí cuando se sonrojó al decir su nombre y presentarse. Su ternura me desarmó.
Tan frágil y delicada y a la vez tan mujer. Quería poseerla, cuidarla, amarla, matar por ella. En fin, qué os voy a contar.
Tendría apenas diecinueve años y enseguida salió de la habitación.
- La quiero a ella - le dije a la madame.
A cuento de nada
Rafa Pons
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